sábado, 20 de diciembre de 2014

Las cosas muertas

Me es realmente complicado llevar un hilo de ideas, debo anotar cada cosa en una lista para poder administrar el tiempo, y administrar el tiempo tiene un dejo grosero, mas necesario.

Tiempo tiene que no escribía. Pasa que con todos los sucesos que han cubierto mi panorama con fachada terrible, ni había entrado a estas páginas virtuales, porque cuando uno mira a gran escala, mis cosas qué contar, son nada. El barniz de mis días tiene la tristeza de un país, la falta de esperanza, y la poca que queda, hizo y hace que camine aún.

Más de una vez me han dicho que por qué sigo confiando en el ser humano. Todavía no sé la respuesta, pero lo seguiré haciendo. No quisiera que una enorme corteza invadiera la piel, y sabemos lo que eso significa: dejar de respirar y morir absurdamente. No sé, hay formas de muerte más valiosas.

Terminando este periodo de clases, de recopilar imágenes e ideas y de tropezar con las mismas piedras, a veces sólo queda hundirse en la cama muchas horas. El cuerpo tarda en recuperarse, pero se puede lograr. El problema es que sanen los hilachos de un corazón cualquiera. Antes, bastaría con grapas, ahora ya no las hacen como antes. Ahora me queda el sabor de boca de desesperanza, de nuevo.

A veces una camina con la esperanza de no esperar, y he ahí la gran estupidez. De vez en cuando quisiera no sentir un ápice de algo bello, porque eso bello es veneno. Porque la belleza suele convertirse en veneno cuando lo percatas y lo requieres. No hablo de posesión, si no muy probablemente, de flashazos de felicidad finita (como todo).

Por lo regular no extiendo mis decepciones, duran una noche, las contabilizo. Si acaso molesto a mis amigas para confirmar que muy a pesar de los años, sigo cometiendo la misma rima.

Un día me desperté sonriendo al saber con quiénes cuento, por saber que lo construido tiene mis colores. Salgo regalando lo que queda, y de inmediato se multiplica. Me topo con la irreductible tontería cotidiana. Me topo con la falsedad, producto de los intereses más vagos e inhumanos. No quiero hacer corajes, ya no estoy para eso.

No quiero regalar "bilis", no quiero soportar siquiera lo leve, no quiero pasar horas elaborando un pastel que se desinfla a la media noche.No quiero perder mi tiempo, porque ya dije que de por sí me cuesta tanto entenderlo.

Quizá no sepa con claridad qué quiero, pero sí lo que no quiero. A veces lo que no  quiero lo vuelvo a hacer, y no quiero tampoco eso. No quiero lo que no quiero. ¿Por qué la memoria no guarda ese conocimiento de acuerdo a lo que se necesita?

Si vivir es dejar pasar las horas esperando, no lo deseo. Ejecución, determinación, decisiones sobre el conocimiento. ¿Será que la esperanza forzosamente va unida a la voluntad?, ¿y lo que no está en nuestro control?

Esta semana pasada mis ojos andaban hundidos, a veces creo que se deben pegar demasiado al cerebro, que se contaminan de pensamientos que me roban el sueño, que se conectan tontamente pues nada se resuelve.

Tranquilidad, sólo deseo tranquilidad. Honestidad con los cercanos míos, no tengo ganas de descubrir la mentira de azúcar, tampoco de hacer burbujas de palabras bonitas: las detecto.

Una especie de hartazgo del plástico que corroe la integridad, me devasta cada que vuelvo a caer en cuenta de que suelo ser muy estúpida. Sin embargo, salgo de nuevo a una lucha que no me sabe a batalla, exhalo.

Mi libertad radica en creer. Radica en decir, en no quedarme con lo indeseable, que al final, el cuerpo vomita sin que una quiera.

Mi libertad radica en creer.

Caer en el lodo de lo terrible, desglosar lo terrible, esperar a que sedimente.
Filtrar.
Cambiar el tubo de ensayo.
Escribir de nuevo.