miércoles, 18 de mayo de 2016

Memoria

Es esto de la ansiedad. Quizá la carrera del corazón, que a pesar de conocer su debilidad, o sabiéndose proclive al infarto, se lanza con todo en los juegos más terribles y bellos. Conforme más sé, más veo, más siento, más testigo soy de la vida y a pesar de ello no he obtenido la habilidad de atinar con esta falsísima intuición.
A estas alturas de la vida, la desesperanza en mil situaciones es compañera de viaje, lo único que se mantiene es un lucecilla para conocer más.
La lluvia viene de arrriba,
A veces la lluvia viene de dentro.
Una exhala lo posible, se pone tiempos, se buscan récords de superación de momentos algo desagradables. Se pone límites en los sueños... Como alarmas de realidad (alarmas que no funcionan, baja la batería, no se reconoce el cable).
Una semana es el mundo, un café, una taza. Recuerdo eso de no esperar demasiado y al mismo tiempo viene a la mente eso de soñar. ¿Qué incongruencia más grande hay!
Nos vamos a morir.
Llego a casa, miro series tipo "Cosmos" y sé que esto que escribo es un milímetro de nada. Eso ayuda a superar prácticamente todo. Me corto, elimino mi lengua, dejo ocultas estas manos que escriben. Ya he cometido demasiados errores por un pecado simple: creer.
No quiero escuchar más, porque nadie apuesta en ls juegos. Yo he perdido mucho y ya no quiero jugar. No saldré más. A pesar de la presunción que me brinda la practicidad en este camino incierto, sigo sintiendo demasiado. No me agrada.
Sé que mañana daré clases de forma normal, lo único que queda es la tinta lista para el tatuaje que ya llevo sin llevarlo.
Búsqueda de pérdida, de dolor.
Hallazgos de noches largas con finales tempranos.
Recorto papel china, ése bien delgado, que dura nada.
Pierdo otro poco de esperanza, es normal. ¿Conocen los búlgaros?, ¿esos que se reproducen si los alimentas?, bueno.., parece ser que carezco de esa maravilla transportada a la confianza en lo que pensaba. Pierdo los gajes infantiles, se vuelven pesadillas.
No entiendo.
Este no entendimiento es una gran soga, es suave, ligera. Ahí la veo, porque mi capacidad es tan corta.
No gastes demasiado. No gastes.
Quiero paz, quiero movimiento. Quiero ser y perder el ser. Quiero apuesta en el cruel juego. Crear.
A veces me choco tanto de creer. Es como ser estúpida consciente. Es la vela que esperaría una dirección, pero no se da. Y saben, no importa, siempre habrá cosas qué hacer. Y no me saquen de esto, que hasta lo disfruto.

Esta cosa me recuerda que sigo viva.

Vete a dormir, mañana debes continuar con el ejercicio que al menos, debo decirlo, te confirma que eres digna de resolver tu cuerpo. Que el pie ése que te molestó esta madrugada, que parecía muerto, nada, que sigue vivo. Siente el peso, disfrútalo.

lunes, 2 de mayo de 2016

Retomando el hilo



Retomo la escritura, y hay un montón de cosas que quisiera comunicar. Darle orden a las ideas es materia de trabajo forzoso, me dedico a interpretar para mis alumnos. Pareciera simple mi tarea, pero debo leer y releer lo suficiente para desglosar lo necesario. Gracias a este ejercicio mi cerebro está activo.

Mi cerebro activo, a pesar de las medicaciones para desactivarlo. Dieciséis años con ansiolíticos me hacen suponer las ideas perdidas y siento esos abortos de palabras en momentos de consciencia. Pido a mis chicos que anoten lo que digo, porque a los segundos, lo pierdo. Es parte de una tristeza que no para, y que elimina cierta esperanza de citar autores, porque el olvido es mi compañero.
Me he quedado con imágenes maravillosas, y reconozco a quienes trato por las letras en sus nombres (“espera, tú… Tú tienes dos ‘a’ y una ‘z’ en tu nombre, ¿cuál es?”), cosa que no me provoca orgullo, si no debilidad.

Acaba de pasar un año más de registro en mi vida oficial, y apenas venía caminando y pensé algo (evidentemente no lo recuerdo), pero supe que sentía como lo hacía a los doce años. Mi cuerpo avanza, siento casi lo mismo. Sigo cometiendo errores tan maravillosos como creer en el amor, o quizá no sea error, no quiero pecar de negativa. Me libero de ciertos demonios, de anclajes, de ese sentirme en un especial abandono. 

Esta semana escucho poemas, y son formidables, y no hay uno que no sienta o –incluso- que llegue a hacerme demasiado frágil. Las relaciones son ahora diferentes. Termino una jornada perfumada de fatiga, no tengo mucho tiempo, pero escucho. No tengo mucho tiempo, pero disfruto. Me preocupan las bacterias y sus fatales destinos, me ocupan mis amigos que ansío ver, abrazar. Creo que este pequeño espacio a veces es muy grande para vivir.

Creo que me he vuelto una radical del tiempo, o me activo o me reposo. El cuerpo requiere recuperación y locura. Vivo enamorada, y cada vez, conforme pasa el tiempo, menos personas me gustan y más me gustan esas menos... Menos me veo en mi lado maternal y descubro más que es quizá una función que no desempeñe, y entiendo.

Sigo amando los ojos brillantes de los niños y de los hombres que miran como niños.