domingo, 25 de mayo de 2014

Puntos débiles

Ante la carencia de salud, sobre todo viniendo de la gripe, la consecuencia que más temo es la pérdida de sabor. El aroma también se vislumbra agónico, y el "antojo" disminuye, (si hay algo que me da felicidad es justamente, comer).

Me quedé recordando desde cuándo tengo imágenes de mis antojos. Hace muchos años, mi familia tenía un expendio de pan llamado "El cocol", estaba en una calle llamada Prosperidad (bonito nombre), y ahí pasé muchos años de mi infancia. Hablo del rumbo de la avenida Xalapa, por la facultad de economía. El caso es que, mi hermana y yo estábamos todas las tardes ahí, me gustaba el sonido de las bolsas de papel de estraza, los sonidos de las pinzas, la manera en que acomodaban cada pan, y la caja fuerte (un cajón de un mueble de madera muy sencillo, que habían adecuado mi abuelita y mi mamá para que se pudiera jalar y empujar, a la usanza de las máquinas registradoras).

Recuerdo que a la vuelta, frente a una fuente muy bonita que está al final del camellón, había dos taquerías al pastor. Yo iba a comprar hacia la noche, o me llevaban mis tíos, y es justo ahí donde recuerdo lo que significa "antojo". La explosión de sabores  tan sencillos: la salsa, el limón, la textura de la carne y la suavidad de la tortilla pequeñísima lo ha hecho un elemento humilde y majestuoso.

Siempre he sido admiradora de los buenos tacos, mi familia lo ha sabido desde siempre. Recuerdo que a veces me iba en un camión a la calle Clavijero, que hubo un tiempo que tenía como cuatro taquerías al pastor, e iba con mi "toper" a traer "promociones", y es que eran promociones ya que te daban dos órdenes y frijoles charros gratis (no se encontraba por ningún lado el recaudo, era caldo, pero qué bueno me sabía). Una vez se rieron de mí cuando llegué a casa de mi abuelita porque el toper estaba lleno de caldo y los tacos en la bolsa, dijeron: "ay, el traste era para los tacos, eso ni frijoles trae". En fin, que me encantaban.

Estoy pensando en tacos y en pan, y no tengo de pronto antojo.

"El cocol" ha sido la época que más imágenes me deja de cuando era niña, mi madre, abuelita y hermana (yo me pegaba) íbamos al DF a buscar cositas para vender en el expendio, en una vitrina viejita se colocaban desde "pinturitas" hasta zapatillas de Barbie, ropita traída desde la calle de correo mayor o juguetes (dependía la temporada, dijera mi madre: "pura novedad"). Y todo marchaba bonito. Tuve amigos, dábamos vuelta en esa cuadra, inventábamos historias y éramos conocidos de las tiendas. Hacía dibujos en el papel de estraza y le sacaba copias a la vuelta (recuerdo que hice un Santa Claus una vez y Nieves, la chica que atendía, me dio la copia y dijo: "qué bonito dibujo").

En la esquina había una tortillería, estaba el pollero (de lo más chismoso del mundo y entretenidísimo) y también había un puesto de revistas (que sigue ahí) y recuerdo perfectamente que me sentía "en pecado" por ver las ilustraciones de las revistas "Los albañiles", ay qué barbaridad de la vida. Mi hermana y yo agarrábamos dinero de la caja e íbamos por un yogurt de vasito, insertábamos el popote y regresábamos al expendio de pan (muchas veces ese dinero no tenía la aprobación de las encargadas).

A la noche, nos íbamos caminando toda la avenida Xalapa, y estaba doña Enedina en su puesto con su anafre de carbón, una viejita que hacía molotitos de carne. Mi mamá nos compraba uno a cada quien, no lo daban en otro papelito de estraza, y llegábamos a casa a descansar. Ahora la nuera hace esos molotes, y seguimos yendo (tiene mal carácter, pero vale la pena la salsa de chile seco).

Debo confesar que a veces me hacía la dormida, porque me cansaba de quién sabe qué, y mi mamá me cargaba para tomar entonces el camión. Estaba bien chiquita. Yo sé que ella sabía que estaba despierta.

En fin. El caso es que me duele la garganta, que no sé por qué hablo de todo esto y no me da hambre, y es que el cuerpo merece reponerse. Y si bien la enfermedad me golpea de vez en cuando, y tomando en cuenta que la comida es mi talón de Aquiles, he de decir que no quiero perder mis debilidades por mis bajas defensas.

domingo, 18 de mayo de 2014

Sobre la llamada¨"madurez"

Oh, vaya palabra. Tengo un conocido que al escuchar los años que cumplía apenas el pasado mes, comentaba que ya era grande. Ojalá.

Pensaba en el concepto, y todo se resumía a: decisiones. En un curso que doy sobre redacción, la palabra que más equivocaban en escribir era en "decisión". Y tal parece que la carga morfológica llevara en sí misma, una carga existencial (OK, semántica, pues).

Creo que la madurez tiene que ver enteramente con ello. Con una especie de aceptación de una ley física evidente: a cada acción, una reacción. Sí, señoras y señores, las tres décadas en mi persona (etcétera), han hecho una especie de nueva salida de maratón. No sé cuánto dure, pero puedo decir que ahora sé más cosas e ignoro muchas más. Justo en este momento me hallo en un departamentito que me ha brindado un espacio necesario después de regresar de un viaje impresionante.

Para comenzar este libro virtual, habrá que aclarar varios puntos: he nacido en una familia hermosa, que me ha apoyado de una manera impresionante. He estudiado durante nueve años, carreras que literalmente representan eso: carreras. Me parece que los 27 años fueron un parteaguas, una bofetada de realidad que me acercó a mis verdaderas potencias. He vivido en mi bella Xalapa, en el DF, en Cuernavaca, he conocido y me he equivocado innumerables veces, ¿pero saben?, estoy satisfecha (en este momento pienso en que me muero porque me cae el techo y esto ha sido registrado, espero no quedar con la boca abierta).

Hoy he decidido emprender el blog, retomar el dibujo y la pintura, liberar mis manos para mis ideas y pensamientos (muchas veces tan absurdos), y me gusta.

Creo que la madurez no llega del todo, porque la ventaja es seguir siendo infantil. Ya hablaré un día sobre mi nefasta memoria, pero eso sí, me da la ventaja de sorprenderme siempre.

El tiempo dicen que no perdona, pero no le solicito que me perdone, le solicito que me dé más chance de seguir.

¿Quieren saber de mi madurez? Jajaja, sólo observo, y lo que vea, créanme, lo escribiré. Momento, soy una niña que cumple años el día del niño. Creo que soy inmadura lo necesario, todo se vale siempre y cuando no hieras con estupideces a quienes amas. Siempre y cuando no soportes estupideces de quienes evidentemente no te aman.
¿Enredar?: Entrelazar de manera desordenada y accidental hilos, cabellos, cuerdas, cables o cosas parecidas.

Así he decidido abrir este blog. Debo confesar que intenté con otros nombres, pero la carencia de originalidad ha hecho que encuentre algo mucho mejor. En el kinder me enseñaron esta canción:

"Enreda el hilo, enreda el hilo, estira, estira y chas chas chas". Que iba acompañado de movimientos con las manos (en aquellos tiempos pequeñitas) y al final, empuñando ambas, golpeabas para cerrar el momento con un concreto acto: todo estaba ordenado.

Después de mucho tiempo inicio un blog, puesto que las redes sociales me han permitido llegar a muchas almas, que de pronto, son recipientes tan vastos, que por desgracia se me pierden en las constantes actualizaciones.

Aquí, tengo una simple expectativa: ordenar una realidad, que bien puede ser compartida o debatida. Al fondo de esta mesa, escucho la locura de la gente por una final del futbol. Y a pesar de ese ruido, me uno a la emoción, pero por una razón distinta: comenzaré a escribir de nuevo. Y no, uno no deja d escribir en la mente, pero quizá, estas letras dibujen mucho mejor lo que he sido, aprendido, fallado.

Bienvenidos a  esta sala de plática. Pónganse cómodos, que si hablo hasta por los codos, no duden que intentaré concretar mis ideas y hacer al fin: ¡chas chas chas!