domingo, 28 de octubre de 2018

Sensibilidad y vigencia

Reconocerse sensible resulta una condición compleja para sobrevivir en un mundo como el nuestro.

La hiperreflexión sobre los fenómenos no está ligada a esta situación particular. Reconocerse en lo sensible en los actos de los otros implica saberse y entenderse vulnerable cada milésima de segundo. Que no nos conocemos realmente y ni siquiera aspirar a ello, es un hecho que hay que asimilar.

Querer y en su momento, amar, supondría tener de premisa tal conocimiento. Afectarse por el sentimiento, mezcla química o lo que sea, es el ejercicio más complicado que tengo. Hay un envaramiento del corazón o de la mente, y cuando la crisis que va aunado a ese pensamiento llega, necesita del tiempo.

El tiempo, el tiempo que nos devora como hijos de Cronos, quizá sea lo que más me frustra. La pérdida de la experiencia a la cual nos arrojamos como perfectas presas, con la voluntad absoluta, hiere. Podríamos brindar por lo perdido, por ese costo de oportunidad, cada día.

Sin embargo, en esa búsqueda de la finalidad constante y positiva, cabe la posibilidad de regresar al cierto grado de verdad que sabemos, a fuerza, de querer aquello en su propia naturaleza.

Reconocerse sensible también interesa a la vida, es como estar al límite en cada cierto momento, querer al límite de nuestra razón, y temerle a perderla. No, no se pierde la razón por el otro, se pierde en nosotros, ante la imposibilidad de soportar nuestras debilidades. Ante la imposibilidad de soportar la misma vulnerabilidad que nos hace ver cosas hermosas y terribles. Debo admitir que es así como comprendo la interrupción voluntaria de la vida. No es cobardía saberse en esa línea, es absolutamente entendible. ¿Qué puede alejarnos? La cercanía, la minúscula cercanía física del abrazo o del enunciado sincero.

Saben, de repente sé, con toda certeza que ese tipo de cariño sólo puede venir de quienes nos han engendrado, en mi caso lo obtengo de mi madre. Después de ese cariño absoluto, de ese aspecto incondicional hacia mi yo en la extrañeza, no creo que haya nada.

Alguna vez pensé, cuando tuve una pareja que padecía de realidad, que podríamos desaparecer hasta que nuestras respectivas madres desaparecieran. Sigo pensando que es algo en lo que creo. No podríamos faltar a ese amor único decidiendo antes. Y antes, eso sí, desearía poder hacer algo por ella.

Caminamos con consciencia de aprender sabiendo que no tiene mucho sentido si no lo transmitimos. Hay un hecho de esperanza en seguir, hay todavía resquicios dónde aportar, mas no sabemos si eso se perciba y jamás lo sabremos.

Aprendemos a vivir sobre la línea divisoria, nos encargamos de no desterrarnos. Nos engañamos a veces, y soportamos cierto grado de verdad.

Envidio a los que creen en algo fervientemente pues me considero una crédula falsa muchas veces.
El terror de fuera, el terror de dentro. Mi miedo en la muerte extendida, mi apasionada relación con las pastillas.

Sólo desearía aprender a cuidarme sin clichés. Vivir esperando, soportando los días de la manera más luminosa que pueda tener, aunque eso implique forzar mi sentido del humor y hallar lo bueno aunque pareciera que no existe.

A veces nuestra oscuridad debe tener vigencia anticipada.

domingo, 14 de octubre de 2018

Después de un mes de reecontrarme

Intenté, al menos empíricamente, visualizarme haciendo lo que llaman un Vlog. No, necesito la estructura, lo escrit0 ayuda a  ordenar mis pensamientos. Esta simple linealidad de mi propio discurso crea un imperativo absoluto de entenderme. Y sí, es un hecho egoísta no dejar a la imagen y su tiempo, mirarme y aumentar mi alcance de discurso a la composición visual (¡Dios, mi papada, Dios, mi sonrisa chueca!).La imagen.

Hoy deseo platicarles de mi experiencia después de volver a ejercitar mi cabeza desde... desde... ¡La filosofía!

Iniciar una maestría es una necesidad, no es una forma de sacar una licenciatura. Hace más de diez años terminé mi primera licenciatura, me dejó más  preguntas que respuestas o de aquello que se supondría un "destino" para existir. Ya recién terminado el sexto semestre de Publicidad y relaciones públicas, sabía que necesitaba una sustancia, una que sólo el diseño me daría. Y tal, en sexto decidí entrar a Lengua y literatura hispánicas (en la Universidad Veracruzana) y debo admitir que no me fue nada mal: tenía claro que quería irme a la línea de lingüística. Conocí a personas maravillosas, abrí mis horizontes, comprendí que la lengua era la ventana de nuestra cosmovisión. Después de un año en que intenté hacer ensayo ¡incluso poesía!, mis profesores me dijeron: lo tuyo es el ensayo. Quizá porque me peleaba mucho con ciertas cuestiones. No terminé la carrera, a pesar que numéricamente fui valorada.

Terminé mi licenciatura no sin antes presentar examen para la UNAM. Conseguí entrar a Diseño y comunicación visual... ¿Qué recuerdo? sólo lo que era el diseño editorial en lo cual me especialicé. El diseño editorial está hecho para no ser el protagonista, está hecho para facilitar al otro un "algo". Empiezo a entender esa premisa, ahora.

Ahora lo entiendo, siempre me ha interesado la experiencia del otro. Si no fuera así, no sería una bola de sensibilidad odiosa. Recuerdo cuando di clases en prepa... Recuerdo que salía tan afectada, llegaba a casa llorando, no entendía. Aprendí a ser tolerante, a no quebrarme ante situaciones que no quisiera mencionar porque me pondría realmente triste.Empecé a dar clases en la universidad (pensando en que las cosas serían diferentes). Intenté, por todos los medios, de interpretar cosas para mis niños. Di muchas materias, tanto de diseño como de publicidad (mi primera carrera). Poco a poco decidí renunciar a ciertos cursos, no porque la pasión por la enseñanza no me moviera, sino porque hallé grupos complicados, fuera de la empatía. Intenté muchas cosas, debo aceptar que mi sentido del humor me ayudaba a continuar. Algunos valores en los que creía me hacían perseverar: ¡abramos los horizontes!

Un día, desperté sabiendo con toda la claridad que debía ahondar en otros campos.De repente renunciar a una posición, a un cierto lugar ganado a través de los años, debía ser sacrificado. Un docente no feliz no podría brindar a los alumnos algo maravilloso. Hoy escribo después de un mes de estar estudiando en la maestría para las ciencias del arte y del diseño.

¿Pero qué significa, después de un mes, estar estudiando eso? Es radical.

En este primer mes he estado escuchando, leyendo, pensando en mucho de la filosofía de lo que hacemos. Algo que me ha quedado claro es la importancia de "El otro". Una serie de cuestionamientos sobre mi propia existencia. Es complicado. Siempre he tenido muy presente la muerte, cada que alguien se borra de la existencia puede mucho conmigo. Puede  porque implica preguntarse sobre nuestra función, sobre nuestro valor.

Hey, ahí viene lo existencial.... Preparaos.


Mi tutor, que tiene un fenotipo parecido a Diego Verdaguer, no puedo omitirlo, me ha puesto a leer a Adorno, a Horkheimer. Eso me remite a Walter Benjamin. Mi profesor de, prácticamente, filosofía del arte, me ha encargado a muchos otros que me cuestionan (¡Dios, yo cursé cuatro años de publicidad!) sobre la imagen, sobre su implicación en la forma en que pensamos, que hacemos. ¡Sausurre!, que lo vi en mi segunda carrera truncada. ¡Qué queda en todo sino el absoluto cuestionamiento!

Lévinas, debo aceptar, me ha marcado y ha determinado cuestiones inconclusas ¡incluso en el valor romántico o amoroso! El respeto al otro,  y después de ver las estrategias que usamos en la publicidad, me percato de la falta de respeto. Ahora, una cosa que siempre he defendido es: nada te afecta si puedes dilucidar tu puesto en esta existencia. Siempre he creído en la posibilidad de la mediación del mercado. OK, yo miro un anuncio y depende de mí que crea que tal detergente es la solución a mi vida, pero ¿y si no tengo claro el valor de mi criterio? Creamos masas homogéneas, creamos justo la creencia de que somos lo que nos dicen que somos ¿acaso somos tan fáciles? ¡Oh! quiero pensar que no.

El problema subyace en que no queremos  pensar. Adoptamos el dicurso de los medios porque no somos capaces de entender nuestra diferencia.

Es un fenómeno interesante, saben... suplantar nuestro proceso de hallar claves por el eslogan en curso. ¿Acaso no las interconexiones nos hacen más ligeros? ¿Acaso no adoptar por moda, algo,nos hace más simples? ¿Acaso nuestra complejidad es una tara?

¿Acaso nuestro valor establecido es mejor que interiorizar nuestras diferencias?
¿Acaso ser diferente es una debilidad de acuerdo a lo que la sociedad espera de nosotros?

Hoy he sientido angustia. Regreso a la filosofía.

Me resulta vacío el hecho de que mi angustia sobre la existencia resulte en la ansiedad. Acoto.: me he dedicado a estudiar la psicología del consumidor cuatro años. Reducir la ANGUSTIA al consumo. ¿Acaso no es un comodín portar una marca para hacernos nosotros?

La necesidad de existir a través de los paradigmas del otro. ¿Tiene sentido?

Me hallo en una encrucijada ahora mismo. Es más fácil ser lo que el otro me dice que soy, porque me resuelve un problema de mí misma. Me avisa cómo soy, como un imperativo. ¿Acaso no es una buena solución? ¿Por qué no me opongo? Si ya desde el inicio del discurso Saussure me dice que somos nosotros por oposición de lo que no somos, acaso no la publidad nos coloca en la solución? ¿Acaso no nos dicta quién podemos ser a través de las marcas que portamos? ¿Acaso no somos un constructo?

Sólo quiero decirles que la filosofía nos deja claro cómo la angustia nos ayuda a sobrellevar nuestra nada.

¿Realmente somos tan fáciles?