domingo, 28 de octubre de 2018

Sensibilidad y vigencia

Reconocerse sensible resulta una condición compleja para sobrevivir en un mundo como el nuestro.

La hiperreflexión sobre los fenómenos no está ligada a esta situación particular. Reconocerse en lo sensible en los actos de los otros implica saberse y entenderse vulnerable cada milésima de segundo. Que no nos conocemos realmente y ni siquiera aspirar a ello, es un hecho que hay que asimilar.

Querer y en su momento, amar, supondría tener de premisa tal conocimiento. Afectarse por el sentimiento, mezcla química o lo que sea, es el ejercicio más complicado que tengo. Hay un envaramiento del corazón o de la mente, y cuando la crisis que va aunado a ese pensamiento llega, necesita del tiempo.

El tiempo, el tiempo que nos devora como hijos de Cronos, quizá sea lo que más me frustra. La pérdida de la experiencia a la cual nos arrojamos como perfectas presas, con la voluntad absoluta, hiere. Podríamos brindar por lo perdido, por ese costo de oportunidad, cada día.

Sin embargo, en esa búsqueda de la finalidad constante y positiva, cabe la posibilidad de regresar al cierto grado de verdad que sabemos, a fuerza, de querer aquello en su propia naturaleza.

Reconocerse sensible también interesa a la vida, es como estar al límite en cada cierto momento, querer al límite de nuestra razón, y temerle a perderla. No, no se pierde la razón por el otro, se pierde en nosotros, ante la imposibilidad de soportar nuestras debilidades. Ante la imposibilidad de soportar la misma vulnerabilidad que nos hace ver cosas hermosas y terribles. Debo admitir que es así como comprendo la interrupción voluntaria de la vida. No es cobardía saberse en esa línea, es absolutamente entendible. ¿Qué puede alejarnos? La cercanía, la minúscula cercanía física del abrazo o del enunciado sincero.

Saben, de repente sé, con toda certeza que ese tipo de cariño sólo puede venir de quienes nos han engendrado, en mi caso lo obtengo de mi madre. Después de ese cariño absoluto, de ese aspecto incondicional hacia mi yo en la extrañeza, no creo que haya nada.

Alguna vez pensé, cuando tuve una pareja que padecía de realidad, que podríamos desaparecer hasta que nuestras respectivas madres desaparecieran. Sigo pensando que es algo en lo que creo. No podríamos faltar a ese amor único decidiendo antes. Y antes, eso sí, desearía poder hacer algo por ella.

Caminamos con consciencia de aprender sabiendo que no tiene mucho sentido si no lo transmitimos. Hay un hecho de esperanza en seguir, hay todavía resquicios dónde aportar, mas no sabemos si eso se perciba y jamás lo sabremos.

Aprendemos a vivir sobre la línea divisoria, nos encargamos de no desterrarnos. Nos engañamos a veces, y soportamos cierto grado de verdad.

Envidio a los que creen en algo fervientemente pues me considero una crédula falsa muchas veces.
El terror de fuera, el terror de dentro. Mi miedo en la muerte extendida, mi apasionada relación con las pastillas.

Sólo desearía aprender a cuidarme sin clichés. Vivir esperando, soportando los días de la manera más luminosa que pueda tener, aunque eso implique forzar mi sentido del humor y hallar lo bueno aunque pareciera que no existe.

A veces nuestra oscuridad debe tener vigencia anticipada.

domingo, 14 de octubre de 2018

Después de un mes de reecontrarme

Intenté, al menos empíricamente, visualizarme haciendo lo que llaman un Vlog. No, necesito la estructura, lo escrit0 ayuda a  ordenar mis pensamientos. Esta simple linealidad de mi propio discurso crea un imperativo absoluto de entenderme. Y sí, es un hecho egoísta no dejar a la imagen y su tiempo, mirarme y aumentar mi alcance de discurso a la composición visual (¡Dios, mi papada, Dios, mi sonrisa chueca!).La imagen.

Hoy deseo platicarles de mi experiencia después de volver a ejercitar mi cabeza desde... desde... ¡La filosofía!

Iniciar una maestría es una necesidad, no es una forma de sacar una licenciatura. Hace más de diez años terminé mi primera licenciatura, me dejó más  preguntas que respuestas o de aquello que se supondría un "destino" para existir. Ya recién terminado el sexto semestre de Publicidad y relaciones públicas, sabía que necesitaba una sustancia, una que sólo el diseño me daría. Y tal, en sexto decidí entrar a Lengua y literatura hispánicas (en la Universidad Veracruzana) y debo admitir que no me fue nada mal: tenía claro que quería irme a la línea de lingüística. Conocí a personas maravillosas, abrí mis horizontes, comprendí que la lengua era la ventana de nuestra cosmovisión. Después de un año en que intenté hacer ensayo ¡incluso poesía!, mis profesores me dijeron: lo tuyo es el ensayo. Quizá porque me peleaba mucho con ciertas cuestiones. No terminé la carrera, a pesar que numéricamente fui valorada.

Terminé mi licenciatura no sin antes presentar examen para la UNAM. Conseguí entrar a Diseño y comunicación visual... ¿Qué recuerdo? sólo lo que era el diseño editorial en lo cual me especialicé. El diseño editorial está hecho para no ser el protagonista, está hecho para facilitar al otro un "algo". Empiezo a entender esa premisa, ahora.

Ahora lo entiendo, siempre me ha interesado la experiencia del otro. Si no fuera así, no sería una bola de sensibilidad odiosa. Recuerdo cuando di clases en prepa... Recuerdo que salía tan afectada, llegaba a casa llorando, no entendía. Aprendí a ser tolerante, a no quebrarme ante situaciones que no quisiera mencionar porque me pondría realmente triste.Empecé a dar clases en la universidad (pensando en que las cosas serían diferentes). Intenté, por todos los medios, de interpretar cosas para mis niños. Di muchas materias, tanto de diseño como de publicidad (mi primera carrera). Poco a poco decidí renunciar a ciertos cursos, no porque la pasión por la enseñanza no me moviera, sino porque hallé grupos complicados, fuera de la empatía. Intenté muchas cosas, debo aceptar que mi sentido del humor me ayudaba a continuar. Algunos valores en los que creía me hacían perseverar: ¡abramos los horizontes!

Un día, desperté sabiendo con toda la claridad que debía ahondar en otros campos.De repente renunciar a una posición, a un cierto lugar ganado a través de los años, debía ser sacrificado. Un docente no feliz no podría brindar a los alumnos algo maravilloso. Hoy escribo después de un mes de estar estudiando en la maestría para las ciencias del arte y del diseño.

¿Pero qué significa, después de un mes, estar estudiando eso? Es radical.

En este primer mes he estado escuchando, leyendo, pensando en mucho de la filosofía de lo que hacemos. Algo que me ha quedado claro es la importancia de "El otro". Una serie de cuestionamientos sobre mi propia existencia. Es complicado. Siempre he tenido muy presente la muerte, cada que alguien se borra de la existencia puede mucho conmigo. Puede  porque implica preguntarse sobre nuestra función, sobre nuestro valor.

Hey, ahí viene lo existencial.... Preparaos.


Mi tutor, que tiene un fenotipo parecido a Diego Verdaguer, no puedo omitirlo, me ha puesto a leer a Adorno, a Horkheimer. Eso me remite a Walter Benjamin. Mi profesor de, prácticamente, filosofía del arte, me ha encargado a muchos otros que me cuestionan (¡Dios, yo cursé cuatro años de publicidad!) sobre la imagen, sobre su implicación en la forma en que pensamos, que hacemos. ¡Sausurre!, que lo vi en mi segunda carrera truncada. ¡Qué queda en todo sino el absoluto cuestionamiento!

Lévinas, debo aceptar, me ha marcado y ha determinado cuestiones inconclusas ¡incluso en el valor romántico o amoroso! El respeto al otro,  y después de ver las estrategias que usamos en la publicidad, me percato de la falta de respeto. Ahora, una cosa que siempre he defendido es: nada te afecta si puedes dilucidar tu puesto en esta existencia. Siempre he creído en la posibilidad de la mediación del mercado. OK, yo miro un anuncio y depende de mí que crea que tal detergente es la solución a mi vida, pero ¿y si no tengo claro el valor de mi criterio? Creamos masas homogéneas, creamos justo la creencia de que somos lo que nos dicen que somos ¿acaso somos tan fáciles? ¡Oh! quiero pensar que no.

El problema subyace en que no queremos  pensar. Adoptamos el dicurso de los medios porque no somos capaces de entender nuestra diferencia.

Es un fenómeno interesante, saben... suplantar nuestro proceso de hallar claves por el eslogan en curso. ¿Acaso no las interconexiones nos hacen más ligeros? ¿Acaso no adoptar por moda, algo,nos hace más simples? ¿Acaso nuestra complejidad es una tara?

¿Acaso nuestro valor establecido es mejor que interiorizar nuestras diferencias?
¿Acaso ser diferente es una debilidad de acuerdo a lo que la sociedad espera de nosotros?

Hoy he sientido angustia. Regreso a la filosofía.

Me resulta vacío el hecho de que mi angustia sobre la existencia resulte en la ansiedad. Acoto.: me he dedicado a estudiar la psicología del consumidor cuatro años. Reducir la ANGUSTIA al consumo. ¿Acaso no es un comodín portar una marca para hacernos nosotros?

La necesidad de existir a través de los paradigmas del otro. ¿Tiene sentido?

Me hallo en una encrucijada ahora mismo. Es más fácil ser lo que el otro me dice que soy, porque me resuelve un problema de mí misma. Me avisa cómo soy, como un imperativo. ¿Acaso no es una buena solución? ¿Por qué no me opongo? Si ya desde el inicio del discurso Saussure me dice que somos nosotros por oposición de lo que no somos, acaso no la publidad nos coloca en la solución? ¿Acaso no nos dicta quién podemos ser a través de las marcas que portamos? ¿Acaso no somos un constructo?

Sólo quiero decirles que la filosofía nos deja claro cómo la angustia nos ayuda a sobrellevar nuestra nada.

¿Realmente somos tan fáciles?



viernes, 9 de febrero de 2018

Los tacos y los entes



Me siento realmente feliz de volver a escribir, y es que cuando tengo pendientes declaro mi absoluta ñoñez a sacarlos antes de mi hobby favorito que es hablar en gráfico. La encuesta ha sido tan cerrada que he decidido hacer una fusión entre mis preferencias en tacos y preferencias en chicos, y claro, mis rechazos totales en tacos y en chicos. Debo decir que no son proporcionales ni tampoco se corresponden, así que ahí les va mi clasificación taquifílica junto con semi romántica.

ADVERTENCIA

Si algún ente se siente ofendido por la similitud que tiene con un taco, debo decir que es absurdo, un taco siempre es bienvenido.

1) El taco de cabeza o el chico intelectual

El taco de cabeza puede ser muy pesado por su alto contenido en grasa. La grasa, como sabemos, es energía potencial. Cuando elegimos a un chico intelectual se implica que hay temas de conversación exhaustos. ¿Está tu estómago para la grasa perpetua? Es una interesante pregunta. Sabes que va a durar aún en época flacas, eso es bueno. Quizá lo terrible sea que se acumula la grasa. No esperes que un taco de cabeza salga contigo a correr al cerro Macuiltépetl, sería demasiado. Si tienes paciencia es posible que lo logres. También pienso (con base en experiencia) que sea un ser aburrido a las tres horas de hablar de algo. Recuerdo que tuve un novio que a mi madre y a mí nos dormía en la sobremesa. ¿Acaso las cosas simples no tienen espacio? Amo la cabeza de los entes, de hecho soy una fan, pero hay límites sebáceos. ¿Qué tal hablar de… no sé, el pan de La hogaza, ése de Chedraui, el simple, la micha, el bísquet simple. La antipoesía. El sándwich para el Papa. Aquí se corre el riesgo de sentirse indefensa, que bien puede ser una ventaja, ¡aprendes! Pero una relación de cabeza puede decaer en la falta de pasión. Adoro la pasión, adoro la palabra y el cuerpo, la maciza, pues. No contemplo que algo pueda ser más poderoso, pero bueno, lo asadito y bien condimentado no cae nada mal.

2) El taco al pastor

Adorado aquel que con su brutalidad llega a ser atractivo. Lo que me encanta del taco al pastor es que es a la brasa, ¿qué significa esto? Que la grasa se escurre y queda la carne, mejor si es doradita. A veces se cuela la grasita que no deja de ser hermosa. Si le añades de esa salsa color vino, con ese sabor a comino ¡dios! Debo admitir que son mis preferidos. Nada de que “puede dorar la carne en la plancha” ¡No!, eso es artificial. La carne al pastor debe ser natural, del trompo a la boca. Sabroso desde que la tocas. Recuerdo que desde chiquilla me mandaban a los tacos de Clavijero, chiquitos, humildes (deben ser así, si no, no cumplen). La humildad del taco es esencial,  no hay nada peor que un taco con mucha carne que le robe a todos los ingredientes su importancia (odio los videos del exceso: tacos gigantes, jochos gigantes, pizzas de taco, postres extra chocolatosos). No, todo es más simple ¿pueden extraer la maravilla del ente-taco sin más nada? ¡Encuentren su taco al pastor!

3) El taco de cochinita pibil

Lo que amo del taco de cochinita es que está bañado en su pibil, su caldito, que entre más concentrado, mejor. Tengo un lugar preferido, que por cierto ha bajado su calidad en Xalapa y ha hecho casi un chilatole en vez de algo denso, sabroso. Lo delicioso es que se mezcla con habanero, imaginen: denso y picante. Denso de sabor, picante que te den ganas de comer más. Yo tengo la costumbre de tomar Orange crush, si no, no sabe. Pedir una cuchara para el caldito, porque después de la carne se quiere una quedar con el sabor, es como tener una marca de que estuvo el ente en cuestión en tu alma o lo que sea, jajajaja. ¡y hay pambazos ahogados de cochinita! ¡Dios!

4) El taco de bisteck

¡No! Es más cebolla que carne. Es el ente que uta, parece lo máximo pero te decepciona. Menos carne que cualquier cosa ¡más cebolla, más lágrima que proteína! No, no… No lo recomiendo. Para eso, mejor ustedes cómprense bisteces de res o cerdo (acepto que me gusta más el cerdo) y háganselos al gusto con su salsa de chile de árbol. En los puestos callejeros la verdad, los hacen con 80% cebolla y 20% carne, pero eso sí, te los venden como si fueran la octava maravilla. Cuidado con esos hombres, desde ya les digo que no valen la pena. Son tacos inmaduros, apócrifos, nefastos.

5) El taco de tripa o mollejita

Entre más dorado, mejor. ¿Qué implica que sea más dorado? ¡Menos grasa! Me gustan esos, sí, son las vísceras, pero dentro de lo que otros dejan, queda el sabor. Debo admitir que es complicado hallar unos buenos. La tripa debe estar limpia, sin cuerito, dorada.  No es fácil hallarlos, pero se puede.

6)El taco de maciza

Bueno, son fáciles de hallar, son sangrones porque saben que es puro músculo. Se sabe que puede resultar sabroso, mordible, tocable, casi como de despedida de soltera. No esperes más. No hay grasa de actividad dendrítica. No esperes hablar de cosas profundas, son para pasar el rato. Aquí depende lo que te guste. No digo que sean malos, de hecho son de mis órdenes favoritas porque sabes a qué vas. ¿Quieres carne? Ahí la tienes, no esperes otra cosa. Debo decir que hace unos días pedí unos de maciza y tenían mucho cuerito y todos los dejé en el plato. ¡No señor, no me tome el pelo!

7) El campechano

Sé que la onda es que sea de bistec con longaniza, pero la verdad no soporto la longaniza, jajajaja. De hecho mi estómago no soporta ni la longaniza, ni el peperoni (en su acepción mexicana que viene a ser como el queso de puerco en redondo), ni el chorizo (lo siento para los albureros). Lo más importante son las papas y los nopales. No son lo mío, es como la hipocresía. O quieres carne o quieres lo que supone ser carne con cabeza. El campechano viene  a ser como la solución a dos por uno. Lo que viene a perder, al final, es la longaniza, jajajaja.

8) El de lengua

No muchos le entran, es carnosa, pero no deja de ser de lengua. Muy apto para quienes la usan de manera magistral, no es lo mío. En casa la prepara mi madre y es un éxito, pero no me acaba de convencer. Mucho bla bla, nada de otra cosa. Pero bueno, si le añades otras cosas, puede resultar interesante ¿no?

9) De ojo, de cachete

Muy específicos, nos habla de un paladar muy exquisito. Difíciles de hallar en el puesto, pero de repente tienen esa oferta. ¿Cachete? Jejeje, carnita específica, y con esa salsa verde con habanero ¡ay!

10) Suadero

Mmm, aquí tengo emociones encontradas, carne con mucha cebolla. Es como el de bistec, pura pantalla. Cuadritos mínimos de carne por 50% de cebolla, ¿qué da la cebolla?, sabor. Puede funcionar, pero no es lo máximo. Gustos temporales. Para un rato, están buenos.


Acepto que me faltan. En las pocas variedades que domino, es lo que sé. ¿Cuál es mejor?, no lo sé, supongo que depende el gusto. A mí, me agradan los de al pastor, los netas, los que solos o con salsa saben ricos. Doraditos con el tiempo, ¡mejor! Con su grasita intelectual, con su capacidad de asombrarse con las cosas más sencillas, ¡eso sí!, con la honestidad y seguridad de saber lo que apuestan porque saben lo que poseen.

Hace unos días hablaba con mis tías de los chicos, y sí, me gusta la carnita ya sazonada, con sabor propio. Sí, eso tarda y quiero de eso mucho. Ya, sabor definido. Ya, la querencia perpetua, ya, la diversidad en sí mismo, ¡qué maravilla! Si hallas tu taco favorito, ¡ámalo:

domingo, 9 de julio de 2017

Descanso en paz



De todos los géneros, el que menos se me da es la poesía. No es porque la narrativa sea fácil, otros géneros mayores. Para lo único que me identificaron como “pasable” fue para el ensayo, quizá por mi necedad de defender algunas cosas, pero igual por ser flexible para aceptar las derrotas en palabras. Recuerdo haber pasado a la oficina de mi maestro de literatura ante un nada audaz intento de hacer poesía, en aquellos años donde estudié letras españolas (lengua y literatura hispánicas, nombre formal en esos años).  Mi maestro fue sutil para decirlo y a la vez fue una maravilla saber de algún talento.

Mis peleas frecuentes son con los pensamientos, porque leo a los autores pertinentes y me enfrasco (literal) en las otras ideas. Así como se hallan errores, que resulta casi natural en los humanos, agradezco las confrontaciones. Quizá sea esto una capacidad precoz de análisis, sobre todo en uno mismo.

Pero si se parte de la reflexión particular sobre temas generales, cuando entro en reflexión particular sobre temas personales a veces salen cosas parecidas a la poesía. No cualquier ser inspira a la poesía, y leo poesía gracias a quienes me la han acercado y he hallado a seres sobrenaturalmente divinos. Es un trabajo de atar cabos decantando en sentir cosas. Sentir.

La vida cotidiana te da más material para la discusión e incluso para deprimirse, pero la poesía, en unas cuantas líneas (como los haikus) te dan la imagen, te dan eso que no sé todavía cómo digerir pero pasa, pasa con o sin dolor. Es un don de algunos poder expresar el todo, el querer todo en poco.

Mientras hago ejercicio generalmente escucho cuentos, no he podido ser capaz de escuchar poesía porque se requiere de un estado de disposición distinta, una especie de renuncia, de orfandad.
Ante las miles de cosas que vivimos día con día, dejarse solo y escucharla, leerla, es todo un fenómeno. Es justo como el amor. ¿Qué es el amor si no la renuncia, la ausencia? Ese miedo absoluto de dejarse caer (como claro lo tienen en otras lenguas). Es esa especie de humildad de hallar que en este Universo existen fuerzas que sin opresión o violencia, te liberan de la terrible responsabilidad de saber todo. Más si esto conlleva la saludable forma de seguir siendo y reconocer que se sigue siendo sin ser, la maravilla. La conclusión de perderse y perdiéndose saber más, o de quizá, saberse como un ser que mirando a otro se halla de otra manera, porque perderse no implica una derrota, implica extenderse como plantas en época de lluvia.

Cuando sucede, los motivos sobran para hacer lo que se requiere hacer, ¡porque has hallado nuevas fuentes de energía de ti misma y de todo! Y para eso funciona, también, esa fuerza.  

Y sí, eso está bien. No requiere una propiedad específica, creo que es trascendental, y saberse capaz de digerirlo ya es una ganancia inconmensurable. He aquí una virtual y sana diferencia, desde mi punto de vista, puedes lograr crecer en esa perspectiva y alejarte un poco de otras concepciones.
Tanto la poesía como el amor requieren de esa disposición, disposición a planear, cambiar, crecer y mantenerte. 

Un espacio, un tiempo, un silencio. 

Una paz.

jueves, 29 de junio de 2017

El "te todo".

Hoy quiero escribir sobre los ojos luminosos. A veces es complejo hallarlos, pienso en las aulas, que suenan a jaulas pero no, evitemos esa similitud fonética que tiene su peor asociación a lo semántico... No.
Los ojos luminosos se hallan en los seres que viven y están, sí, fuera del teléfono en clases y que se emocionan con lo que les gusta, les atrae, aman. Los ojos luminosos son oscuros o claros, reflejos del foco o en sí mismos de un café azúcar mascabado. Los ojos enamorados.
¿Qué importa la escenografía?, ¿la luz externa?, ¡qué va! Los ojos. ¿Quién no se ha perdido  por unos ojos? Mirar perdidos los ojos implica más, y no es lo trillado del alma en ellos, es la atención. La atención en lo que no se puede verbalizar. La atención en el otro, casi como si la vida dependiera de ello. Lo difícil de sostener la mirada que suele sentirse como un desamparo, la desnudez. Yo admiro esos ojos, mirada segura, incluso segura de la debilidad.
La debilidad encarnada a la muerte segura, la muerte ahí, en el deshollamiento del orgullo, de saberse preparado  a través de encontrarse irremediablemente sin armas. Yo no sé, pero la belleza siendo así, tiene sentido.
Considero que atender estas necesidades a veces pasa de largo, nadie se mira porque pudiera parecer que mirar así a alguien fuera símbolo de absoluta debilidad cuando lo que refleja es el valor hacia el otro. Miren, miren, absorban al otro. Miren y hallen, y no sientan una pena si sienten pena. Propongo perderse en unos ojos.

¡Qué sería de la poesía sin el detenerse! Es como una fotografía, "el instante decisivo" decía Cartier-Bresson, la contemplación al momento. Puede dar un poco de miedo, pienso en la siguiente cadena:

Escuchar-Mirar-Perderse un rato encontrándose-Miedo a la desnudez de confirmar que es un ente-Saberse provocado por átomos-Saber que estás y no estás-La muerte-Los gatos tienen siete vidas-Así, tendríamos millones-Milones de muertes-Contemplar y hallar el sentido y el no sentido-Entender que nos iremos-No perder tiempo-Perderse-Encontrarse-Gozar-Decirlo-Debilidad tranformada en fuerza-La vida.

La nada-El todo-El te todo-El te todo, ojos-.

jueves, 6 de abril de 2017

El estado del arte

No, no estoy hablando de un marco teórico. Hablo del arte, del placer.
¿Cuál, pues, es nuestro placer? No la dopamina secretada en un instante, es la permanencia del gusto por estar. ¿Estar?
Estar, sucumbir a una realidad modificable. Modificable por voluntad, esfuerzo humano.
Humana la habilidad del pensamiento. El trabajo sináptico.
Creencia en las capacidades dionisíacas y apolineas. Creencia sin el dejo de la irracionalidad. Y es que el sueño no es del todo irracional.
El cambio, los nuevos caminos, la valentía de caer y la resiliencia.
¿Qué tenemos si no voluntad? Movere, motivación. Cada flor que después del "norte" sigue su camino para crecer, no el pecado del optimismo que a veces se deja ver. No, aprendo de la naturaleza.
Amigos, amores, almas, entes, somo elementos del universo.
Aprendo a golpes y a caricias.
Decido, quiero, busco, hallo y no encuentro muchas veces pero una aquí sigue intentando.
Después de una racha canija (digamos), sigo respirando.
Nos hemos de ir, nos hemos de perder en la mayoría de los cerebros -que como el mío- pierde memoria. Ya aunque eso pase, algo, mínimo, se ha de quedar.
No esperen de mí la injusticia.
No esperen de mí la falta de reconocimiento (a menos que me hallen sin lentes, que es algo físico pero que no es de corazón). NO.
Aquí heme, aquí.
Mi compromiso es con ellos, conmigo.
Amo.

jueves, 23 de febrero de 2017

La mortalidad avisa la belleza




Instrucciones


  1. Hacerse consciente de la mortalidad.
  2. Amarrar lo sublime.
  3. Sentir las ganas de estar de cualquier manera.
  4. Concienciarse de circunstancias, tiempos, deberes.
  5. Entender que no existe el imperativo de la felicidad.
  6.  La sonrisa no tiene un target definido.
  7. Saber que la creatividad establece el medio en estos terrenos.
  8. Delegar la circunstancia a la voluntad.
  9. Dar vueltas al universo respondiendo al deseo.
  10. (Frótese el alma en esta parte).
  11. Mantenerse atento al sonido.
  12. Sensibilizarse.
  13. Mover planetas.
  14. Amar.
  15. Agradecer.