No sé ustedes, porque es probable que me puedan leer las almas jóvenes (por decirlo de alguna manera), pero a mí me tocó la moda de ese jueguito llamado Tetris, contenido en un artefacto rectangular, que si disponía de alguna arista suave, era moderno.
Era buena para ese juego, aunque me vencía el pánico en los niveles mayores, por la rapidez de caída. Ahora espero que esta consecuencia de entrar al juego, no se dé (al de la vida).
Como comentaba hace un par de semanas, los desajustes del año pasado me había pasado factura. No es que una deux ex machina halla llegado, si no que decidí virar la trayectoria.
Se han ido acomodando los sucesos, también ayudan estas semivacaciones escolares. Creo fervientemente en el cuaderno en blanco (recordando a Felipe, de Quino). Comienzo a escribir con tinta fuerte, a decidir bajo una lógica y a mirar con mucha fe al otro (todavía la tengo).
He estado trabajando más el cuerpo, alimentándolo mejor (recuerdo la pena de comer salmón en sobre, en pleno examen, bendito aroma), mirando a los que eran extraños y abriendo la posibilidad de conocimiento hacia ellos. Me gusta y emociona.
Sé que el país no es la maravilla, como el mundo no lo es, como el humano no lo es, mas me doy un respiro esta semana. Grito en partidos, conecto alumnos, escucho su emoción ante proyectos loables, tengo una necesidad de recuperar energías y añoro ver a mi sobrina cada día.
Ya vendrán los otros días, los más grises, pero me siento lista. Ando descubriendo el brillo de los ojos, una paz cantada sin caminar, una nobleza contenida entre líneas virtuales.
No importan los colores y las formas, caen lentas las piezas estos días y tengo posibilidad hasta de adornarlas. Mucho trabajo por venir, pero sí, sigo emocionada y enamorada de esta vida cotidiana.
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