Han de disculpar mi título, pero hay algo que el cerebro y yo tenemos pendiente: más de una vez he dicho que entablar una plática sobre el cerebro, usando el cerebro, es una cosa de metalenguaje que me produce un ruido, pues no me gusta cómo es anatómicamente el cerebro. Trataré de explicarme, pues tiene que ver sólo con cuestiones de nervios.
Hay gente a la que le gustan los tacos de seso, y paso por el área de congelados y veo cerebros esperando ser preparados. Es que esa cuestión de que parece un conjunto de serpientes entrelazadas, me provoca ganas de machacarlos.
(Estoy pensando que uno se machaca el cerebro frecuentemente al pensar. Casi puedo verme ahora exprimiéndolo, y sí, la imagen literal me da náuseas).
La cosa es que su forma me da nervios (también los panales me dan nervios, los elementos repetitivos de formas ovales muy pegaditas entre sí, masas de semillas de chía cómplices--> me gusta masticar la chía, creo que rompo mi ansiedad).
Muy a pesar de ello, le tengo un enorme respeto a este órgano (¿escucháis, cerebro mío?). Cuánto tiempo ha llevado tener el cerebro del tamaño que es ahora, lo cual debería significar que ha evolucionado, aclaro, literalmente (por desgracia no siempre se refleja). Me produce fascinación la electricidad, las sinapsis, las dendritas, las áreas iluminadas, las conexiones hechas y perdidas, el músculo que trabaja.
Me gusta saber que funciona esta área, como cuando alguien te cuestiona las cosas, o como cuando a algunos seres se les da esto de crear, imaginar, fantasear. Hacia la noche, sigue emergiendo la idea casi infinita de transformar. ¡Ah, los sueños!
Quizá venga de un espíritu puramente estructuralista el tratar de indagar los procesos, de hallar en lo digerido, las especias (como cuando las mamás prueban una salsa y se activa la descomposición de las variables compositivas), de imaginar qué imaginaban otros humanos cuando han decidido ejecutar conceptos. El arte de la denominación del mundo, de la ofrenda del cuento, de la solución maquinaria, de la elección de colores conectados a estados de ánimo.
¿Qué pensará el cerebro inactivo? De hecho, no sé si piense en que no está activo, quizá se sienta adormilado, alienado de tanto ruido. Todos tenemos esos momentos, porque finalmente, la locura llegaría ante millones de estímulos a la vez. Sí, merece descanso, pero no tanto, de favor.
("¿Y si hago esto, o mejor esto, o no.., mejor aquello?").
Y los átomos, las células, los grupos, las acciones, los catalizadores, las ideas (grandes o pequeñas, dependerá de muchas cosas), lo terrible, lo sublime. Todo junto en esas tripas entrelazadas. Al final de cuentas, amo a esa maravilla, y puede que sea un amor de esos "buenos", donde el contenido es más que la forma. Es como entrar en un nuevo salón y empezar a descubrir sus trabajos cotidianos. El cómo ejemplifican las cabezas, cómo aterriza lo flotante de los ojos perdidos de algunos entes.
Siento que se me olvidan otras cosas que les iba a decir porque mi córtex es deficiente (avalado ante notario público), pero también este juego del olvido tiene la ventaja de sorprenderme con los mismos chistes, de producir la química necesaria para sonreír.
Va mi brindis por el olvido, por la constante sorpresa, por la frecuencia de lo fascinante, por el eterno enamoramiento hacia lo creado.
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