lunes, 27 de julio de 2015

Tiempos y no más, qué chafa título.

Siempre es tiempo, y el tiempo está hasta que no nos percatamos de él (¡porque ya nos morimos!).

Hace rato, que estaba haciendo ejercicio con esta calina que desgarra la voluntad (¡calor al por mayor!), pensaba en el agotamiento. Literalmente chorreaba de sudor, mis piernas me dolían un poco, de ese dolor placentero de sentirse viva.

Ayer platicaba con sobre la meditación activa, y esas formas donde no es necesario estar inmóvil para metabolizar la vida. Me percaté que cuando hacía ejercicio me pasaba algo similar: en la primera tanda de cardio me la pasaba pensando, a veces, debo sincerarme, cuando había un hecho triste, hasta lagrimillas me salían de la impotencia (en general es por injusticias así percibidas, en un sentido total, por el desvanecimiento de la vida de mis familiares). Después, área de pesas, donde lo que das es fuerza y  un "sí puedo" tan formidable que el espíritu así lo entendía. Finalizaba corriendo, con el cuerpo ya descargado. Llegar a casa de mi madre y robarle un vaso con leche (nada mejor que proteína para después de una cita-reto corporal). ¡Cumplía con las etapas, sin una filosofía teórica así dispuesta!

Ahora, de pronto, una piensa en el tiempo. Hay tantas cosas que no recuerdo, y es que la memoria no es necesaria cuando ésta, de otra forma, va siendo una estructura de vida. Nada pasa porque sí, una va aprendiendo, aprehendiendo.

Los campos semánticos se unen en algo que es uno mismo. La familia, la escuela, el trabajo, el amor. Todo tiene un tiempo, y no es una meta al azar,  es ser consciente de lo que te va formando.

No tengo idea de cuánto me quede por mirar, por saborear, por vomitar de la vida. Lo que sé es que estoy aquí, en un departamento algo caótico, pero que se dibuja como mi espacio. Que llego y me dan la bienvenida las flores del pasillo, las sábilas que se vuelven selva, el altar que me protege. Los colores que me gustan, los proyectos de casa que haré. Disfruto las distancias en el auto con la música que me gusta y que me ayuda a no sufrir el tráfico siempre que haya administrado mis salidas.

Y bueno, pensar en mis seres que amo (añadidos dos hermosos que me regalaron una nueva familia). La sonrisa, la paz que ajusta a mi alma loca, el disfrute de la espera, los planes que van saliendo y que llenan espacios que no tenía la menor idea de tener.

No soy la mujer más optimista del mundo, sufro mis depresiones (le echo la culpa al Tafil, aunque en el fondo sé que ya no me afecta lo necesario), pero contabilizo cuánto deben afectar. El punto de vista práctico no debe faltar, porque una no debiera ser maniqueista, una tiene dos hemisferios ¡a utilizarlos! Matizar.

Creo firmemente en la observación, y sé que es un paso del método científico, pero también un caso irrefutable de percepción. Nada está peleado, áreas de oportunidad en los errores.

Me hallo contenta, completa incompleta, como debe ser. Hay que hacer tanto, y no por competencia capitalista, si no por competencia de saber cuánto somos capaces de hacer.

Hay algo en mí que no me permite mas que la sorpresa. Que nada está completo, que estoy visualizado nuevos grupos, nuevas cabezas por las cuales extenderse, por las aristas de esta vida que nacen. 




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