Estaba recordando los marcos epistemológicos: en clase traté
de ejemplificarlos con el concepto del Amor. Descubrí lo práctico del
positivismo, y también lo práctico de la teoría crítica. Descubrí que mi
combinación es angustiante.
En otra ocasión alcancé a platicarles de mis extrañas
relaciones y de la esperanza en algún tipo de amor maduro. Quizá la madurez
implique aventarse (caer), pero con la inteligencia de que
vale la pena. Así lo he hecho y así me he desbarrancado.
No tiene mucho de lo último y no soy de la postura
optimista: creo que me ha costado más de lo pensado. Me ha costado no por la
relación en sí (el ente), si no por mi concepción de una relación. A cierta
edad, queridos míos, una piensa en “construcción”.; una piensa en procesos trabajados,
en proyectos que con comunicación, se vayan depurando. Una tiene fe en el
mensaje que, claramente, evitaría conflictos. No, eso ya no es suficiente.
He aprendido a agradecer el tiempo invertido, incluso de los
grupos más reacios en clase. He puesto a parir el espíritu con las noticias, he
puesto a prueba la voluntad de la negociación, la decepción, el olvido. Lo que
sí no soporto es el engaño, el simulacro, la falta de base. Lo que al fin de
cuentas desvirtúa el tiempo..¡Oh tiempo, lo único que de pronto tengo!
Me congelo ante la postura de hielo, la mirada ciega, la
palabra de piedra. Me congelo ante lo que significa, al final, una sutil
mentira. ¿Por qué ha de atreverse cualquier ente a jugar con la voluntad, con
el arrojo? Por Dios, es lo único con lo que contaba.
Hay de todo aquí, hay catástrofes que bien valdría la pena
mencionar (el mundo se llena de tal cantidad de horrores que mis dolores son
estupideces), pero todo ello nace de un grado de deshonestidad. Si al menos al
apostar supiéramos por qué apostamos. Parece que no se sabrá, los humanos nos
consideramos cambiantes a nuestra conveniencia.
Lo que sí sé, es que no se debe jugar. No somos piezas por
mover, todo se desmorona al conocer la falta de argumento vital. Y por amor
propio hay que superarlo. Y por amor a lo que creemos, esperar aún. Descansar,
despertar y ver qué aguarda el día (fortuna de hoy).
Con toda la franqueza del alma, no sé hasta dónde apueste en
el futuro. He ganado el temor de mi energía. No tengo los brazos cerrados, pero
estoy envarada de los músculos. Estoy envarada de los músculos cardiacos.
Una idea del grado.
Una idea del grado.
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