lunes, 7 de noviembre de 2016

Aquí, estando. No es buen título, pero es la verdad.

A veces he pensado en hacer un canal con mi cara y mi voz terrible (lo saben mis niños), para tratar de expresar las cosas que pienso. También me siento una egocéntrica asquerosa por desearlo, y también una inútil en el sentido tecnológico para lograrlo, una incipiente mujer sin tiempo de editar.

Cada que termino un proyecto mi alma (sí, mi alma) se siente tranquila, pero sé que "terminar algo" es un fantasma discursivo. Nada se termina.

Me gusta conducir un coche, me gusta esa sensación de llegar a un lugar en tiempo y forma (más cuando se trata de hacer llegar a un ser como mi sobrina a su zona de entretenimiento). Me gusta, también, ir en autobús y mirar lo que no miro por estar atenta a las señales (soy malísima, a duras penas llego a La antigua). Me gusta estar en esa calle que no conozco el nombre, pero que me lleva a casa de mi madre. Me gusta ir escuchando música y cantando como ezquizoide. Recuerdo una vez que iba en el éxtasis de la salsa y haciendo gestos, cuando un peatón se me ha quedado viendo después de un gesto muy felino (era una parte de la canción muy "grrr") y reírme con mi madre del rostro de dicho ente.

A cualquier hora de mañana pienso desgastarme haciendo ejercicio, y sólo es por sentir que siento. ¡Cómo agradezco preparar la noche anterior una cena para algunos clientes!, parece que no, pero hay amor en ello. Agradezco platicar con mis chicos de primer semestre o los de séptimo, de lo que hay que cuidar en nuestro ejercicio diario. Agradezco, por igual, los nuevos proyectos y las endorfinas de los cambios. También me entristece el espíritu decaído, y cómo me gustaría tener la suficiente energía para transmitir vida.

El tiempo hace sus estragos, y no, no soy la de dieciocho años. Qué bueno que no. Algunos o muchos de ustedes, sin querer, me han hecho lo que soy. No tengo idea de cuándo termine el viaje, dadas las circunstancias sé que tengo probabilidades de joder mi camino en cualquier instante y valoro la fe de los demás, de creer en mí.

Creo que a veces sobrevaloramos el concepto del amor, si es un viaje todo, hasta las relaciones más alocadas han resultado un vuelco a la vida. No, no han logrado hacerme piedra o sal, amo más que nunca incluso a quienes no están a mi lado. ¡Ah, cómo lo agradezco!

Así es la madrugada, te alborota. ¡Ah, mi focus está a esta hora! No esperen conocerme porque me tocan, mi cabeza es la rectora, a pesar de lo que ella piensa. Mi corazón o mis intestinos (cada vez creo que son más mis intestinos) son los que sienten. ¿Seguiré escribiendo después?, ni idea. Mi brazo derecho cada vez me duele más, se inutiliza. Pero si mi brazo derecho se inutiliza es simbólico. porque aquella caída que tuve fue por justamente caer en los deditos de la muerte esperada. Aquella dibujada por el semimortal diagnóstico que me ha hecho vivir todavía más.

Al rato despertaré. Iré a lo siguiente, tomaré aire. Esperaré las señales de los que no creen que estoy, porque no estoy. Pero adivinen... ¡Sí, sí estoy!

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