viernes, 6 de enero de 2017

Los amores

Ya soy grande y el cuerpo también me lo ha gritado con lesiones tras hacer ejercicios, o tras caer en accidentes urbanos. Ya soy grande no sólo porque el cuerpo me lo dice, también porque por fortuna sigo aprendiendo a mirar.

En años anteriores las vacaciones de clase me reducen a un estado depresivo, y aunque tuve un día así ya, no puede ser. Alguna vez, dentro del diagnóstico de un neurólogo muy raro, me dijo algo sobre la probabilidad de estos lapsos: de las ausencias (muchas veces me garran en pláticas o en clase) o de esos deseos intentos de suicidio o la  psicosis. Trabajo en ello todo el tiempo y he hallado en lo que puedo ofrecer a los otros un motivo para seguir, incluso en los pendientes laborales-profesionales. Agradezco a mi principal fortaleza, mi familia, para seguir sonriendo y hallando causas.

El estar consciente de las debilidades te hacen fuerte en muchos casos, y te hacen con esmero una optimista. Hay que hallar todo el tiempo motivos. Y saben, a veces es cansado.

Aquí es la parte terrible y angustiosa, y he encontrado en la comunicación una especie de mantra. La claridad, la procuración de justicia (suena trillado), el amor.

Tengo algunos vicios, muchos de los que jamás le presentaría a mis amados, porque son muy personales. Apenas la ventana puede ser el que los cuente acá.

La mañana es mi tiempo favorito, el sol naciendo. La noche es conflictiva pero en muchos momentos es productiva.

Ya soy grande, y he aprendido a querer sin querer, sin ya el sentido de propiedad y sin la constante de la permanencia. Amo, porque es el único puente que se alza para sobrevivir en este loco mundo. Me maravillo con la magia, con la distancia, con los amores posibles imposibles. ¿Qué se puede hacer?

El arte. La pasión, los colores, la técnica. La perfección. Esa misma que me hace una terrible compañera, una asesina del tiempo. Sin embargo, soy paciente, espero con esperanza mas no con expectativa. La expectativa depende de la voluntad de los otros y no mandamos sobre ellos. La esperanza es absolutamente personal. Yo tengo esperanza.

Los que con amor me han seguido en este blog, a manera de terapia inequívoca, saben lo que he renegado de mi memoria tan mermada por los medicamentos desde mi mayoría de edad. Ahora, miro con ventaja esa debilidad, me hace capaz de sorprenderme cada vez más y soy capaz de amar cuando el pasado no me impide con ladrillos la vida.

No, no soy santa y eso me fortalece. Nuestros monstruos si son aceptados al mirarse al espejo, nos hacen poderosos. Eso me enseñaron a los 27. Sé lo que quiero ahora, y por eso me siento grande, no en tamaño, si no en edad. Amar.

No soy capaz de ocultarles mis ánimos, no puedo. A veces no tengo idea de cuándo se terminará el viaje, pero espero tarde. Espero tarde.




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