viernes, 23 de diciembre de 2016

Las cosas de diciembre

El morbo de estar con uno. No me adhiero al sindicato de las solas, porque no estoy sola. Tampoco al del silencio, hablo demasiado. Tampoco al de hacer nada, no lo soporto. Tampoco al de leer un libro en un tiempo, agarro varios al mismo. Tampoco al de la memoria, la olvido. Penosamente no soy ordenada, y lo que más deseo es serlo.

Mi estabilidad en lo inestable constante, ahí está. Al querer sin expectativa, más con esperanza. La esperanza es humana, la expectativa no necesariamente. A pesar de las ofertas, tengo esa necedad de seguir dando clases. Aprendo del dolor de los tatuajes dibujados, requeridos. Añado, y no en la piel, a quienes me conforman y fortalecen: familia, amores maravillosos que en suma hacen de este año uno que se abraza, que lo hace amable, Amable.

Me hiere la muerte cercana, la muerte mordida con música clásica de fondo, a la ausencia de quienes han estado y de repente pasan a otro mundo. Siguen.

Acepto mis vicios que estructuran mi contenido, los que me hacen escribir. Nunca he sido muy buena en expresar lo que pienso porque las palabras no me alcanzan, porque aunque las conozca, las olvido y requiero de alguien que me recuerde mi visión. Antes sospechaba de que ello era una gran debilidad, este año me ha quedado más claro que es la ventaja que trae como consecuencia la eterna sorpresa.

Aventarse.

Los accidentes, los escrúpulos. Los accidentes, la muerte, la vida.

Las imágenes, los ojos miel, los labios delgados.

El cuerpo, los ángulos. Los goces secundarios, la idea de lo trascendental. Los tiempos y los espacios discordantes y movidos a voluntad de amar. La libertad de ser.

Ya estoy grande, la felicidad de no haber cumplido lo que se espera. El brillo de las aclaraciones, de la calma después de la plática de dos horas. El compartir sin esperar.

La comida. Los sabores, los colores, el aroma. Los pequeños placeres que se agigantan. Los libros y sus gritos, los envíos bien recibidos: el conocimiento que en mí podría dibujarse incidental, pero que igual se quedan.

Puentes. Admiración por los que se quedan en el medio sin chispear. La música, las amigas. Los proyectos, las ideas, las reuniones que quedan en algo. El hecho.

Muchas cosas, cosas. Cosas.


domingo, 4 de diciembre de 2016

La apuesta

Mucha noche, demasiada noche. El pensamiento atornilla las concretas ideas de la vida, y al mismo tiempo de su ausencia. Y la idea de la vida se borda con amor. Y el amor tiene muchos caminos. Eso sí, nunca uno más claro que el amor por seres vivos, por mi familia, mis queridos amores, mi hija.

Recuerdo haber cerrado ya hace un tiempo una relación donde lo que me cuestionaba era a dónde se iba todo lo sentido, lo deseado, lo crecido. Si era cosa de una larga faena, de cortar el pasto y los helechos, de arrancar raíces.
No, no es así. No para lo trascendental.

Quizá mis relaciones amorosas no sean el mejor ejemplo, porque tengo una postura muy concreta: seguimos existiendo, cada quien por su lado de acuerdo a la conveniencia. Porque el amor de todos los que están fuera de nuestros núcleos, de aquellos que crecen en otros lares y encontramos, siguen vivos y a la espera de nuevas aventuras y brillos después de uno. Eso, al final de cuentas me hace feliz. A veces no es cosa de querer querer.

Hoy agradezco a cada uno de esos seres que me han brindado luz. Ahora valoro aún más a los que regalan amor sin exigencia, a los que están sin estar. Ahora mi enamoramiento se inclina por esas huellas que se brindan por compartir. Al fin y al cabo ¿a qué venimos sino a eso?

Somos seres que padecen tanto, ya no el dolor del corazón, somos los que padecen porque a veces se nos pega la gana padecer. No tengo ganas de ello.

Hoy mi tristeza es por los incondicionales, los poco exigentes, los que acompañan. Hoy mi tristeza es por el dolor del cuerpo y sus procesos. Mis ojos chiquitos es por los otros que antes se dibujaban grandes y ahora se escalan al mínimo. Por los que se acuestan a tu lado buscando calor. Por los que abriendo la puerta ha estado ahí para quejarse de tu ausencia.

Después de ella, no quiero nada. Quiero que viva bien, que esté bien y es mi única oración. Y si tú eres así de incondicional como un gato puede ser, estaré. Pero no, no pienso tener otro hijo más, no quiero dejarlo solo. Hoy duerme fuera de casa, ¿qué pensará?, ¿dormirá bien?

Venimos a enlazarnos a tantos seres.

Cada que había una muerte en la familia la idea que tenía era de no querer a nadie por voluntad. Quizá sea una salida fácil para evitar dolor, y teniendo claro ello, tardaba mucho en decidir emprender viajes. Después descubrí que apostar era sano, porque si no el corazón se echaba a perder. Hoy mi corazón está fuerte, siente dicha por detalles, por buenas voluntades, por mover el tiempo y los lugares para brindar belleza al mundo que tanto lo necesita.

Creo que no había caído en qué tan incongruente soy, pero mi claridad de esta noche no es para que yo no sienta dolor, sino para que el otro ser no lo experimente, porque si el otro lo siente, no puedo estar tranquila. Hoy intento escuchar lo que me pide, y es que su voz es tan débil.

Acepto los caminos porque estoy agradecida con mi niña. ¿Qué puedo exigir si yo he sido tan deficiente? Hoy me toca apostar.

Aquí va todo lo que tengo, porque de porsí no tengo mucho. Pero lo que pueda, ahí está. Sólo espero con esperanza, sólo espero aunque carezca de ella.

Me doy cuenta que esperar no implica esperanza. No en ese sentido de la bondad. Hoy espero incondicionalmente, como ella se me ha dado durante tantos años.

Este es mi tipo de amor. Éste es el que trasciende, es el amor muso, el amor que sí tengo ganas de sentir.

Es esa cosa que uno sabe sin querer saberlo. Acepto lo que me digas, mi niña, qué más da lo que sienta, tú sólo dilo aunque la forma en que lo digas sea triste. Ese espacio es tuyo, mi niña.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Sobre las necesidades

Ante las dificultades del pensamiento, la forma de exorcisarse se limita -en mi caso-, a escribir.
No escribo muy linealmente, suelo saltarme temas y regresar. Es algo que seguramente sufren mis alumnos.
Hoy me preguntaban sobre las horas que doy clase y respondiendo me habían dicho que si al menos estaba bien pagado. No, yo sé que no, pero es algo que me completa. Los pasillos, los chicos, los ojos, los brillos. Se trata de ayudar con lo poco que uno sabe.
He decidido regresar y ver a mi maestro, maestro de muchas cosas, pero sobre todo, de consciencia. Apartaré lo que se pueda para visitarlo, porque ahora que murió Cohen entendí que esos maestros dan mucho más de lo que una cátedra da. ¡Cómo quisiera ser un poco de eso un día!
En los tiempos en que una se pregunta muchas cosas, me pusieron tanta música, ahí me enamoré de Leonard y comprendí unas poquitas cosas que he querido tratar a mi regreso a Xalapa. He venido acá de nuevo, a pesar de lo que mi estado se ha vuelto -por desgracia-, porque hay mucho qué hacer.
En aquellos tiempos trabajaba en Palacio nacional, levantándome a eso de las 4 y media de la mañana para poder llegar a tiempo, tras el tren ligero y el metro. Pude haberme quedado, pero la rapidez de la vida, del poco tiempo para uno, me dijo lo que debía hacer. Me fui a estudiar fotografía un rato a esos hermosos lugares de Cuernavaca con las guías más impresionantes que pude tener.
Recuerdo haberme ido con una de mis mejores amigas, llegamos sin tener conocimiento de dónde viviríamos. Ahí, las dos, con maletas. Fui, por muy poco tiempo, recepcionista de un hotel, estudiante de foto y vividora de los espacios. Es una etapa que no olvidaré, y por eso me daré mi vuelta próximamente. Muchos de mis negativos (sí, imprimía en papel en un laboratorio prestado por mi maestro) están allá. También están allá libros y relatos, sabiendo mi mala dicción, mi maestro me ponía a leer a Machado y a Cernuda. Aprendí un poco sobre el Exilio español, conocí a personajes impresionantes. Recuerdo haber ido a casa de Juan Tovar, a la de los creadores de producciones Corazón (andaba cada eminencia caminando ahí) y tengo en la memoria escuchar a Chavela Vargas, con quienes grabaría esa casa disquera y donde mi maestro hizo la introducción en ese álbum. Mucho de Rosuka está ahí, incluidas fotos y cartas de pavorreal.
Es bueno regresar a aquel tiempo, reecontrarse. Regresar con más fuerza.
Muchas cosas pasarán, y no soy sólo puente, hay quienes quieren quedarse a la mitad y mirar. La contemplación es buena, no creo hacerme sabia, pero al menos estoy intentando entender.
La vida, ahí, toda humilde ante el Universo. Ahí, como uno debería entenderla. Me falta, mucho.
Si no fuera por mis vicios o mis dificultades ténicas motrices y mentales, creo que podría hacer más.
Ya respiro.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Aquí, estando. No es buen título, pero es la verdad.

A veces he pensado en hacer un canal con mi cara y mi voz terrible (lo saben mis niños), para tratar de expresar las cosas que pienso. También me siento una egocéntrica asquerosa por desearlo, y también una inútil en el sentido tecnológico para lograrlo, una incipiente mujer sin tiempo de editar.

Cada que termino un proyecto mi alma (sí, mi alma) se siente tranquila, pero sé que "terminar algo" es un fantasma discursivo. Nada se termina.

Me gusta conducir un coche, me gusta esa sensación de llegar a un lugar en tiempo y forma (más cuando se trata de hacer llegar a un ser como mi sobrina a su zona de entretenimiento). Me gusta, también, ir en autobús y mirar lo que no miro por estar atenta a las señales (soy malísima, a duras penas llego a La antigua). Me gusta estar en esa calle que no conozco el nombre, pero que me lleva a casa de mi madre. Me gusta ir escuchando música y cantando como ezquizoide. Recuerdo una vez que iba en el éxtasis de la salsa y haciendo gestos, cuando un peatón se me ha quedado viendo después de un gesto muy felino (era una parte de la canción muy "grrr") y reírme con mi madre del rostro de dicho ente.

A cualquier hora de mañana pienso desgastarme haciendo ejercicio, y sólo es por sentir que siento. ¡Cómo agradezco preparar la noche anterior una cena para algunos clientes!, parece que no, pero hay amor en ello. Agradezco platicar con mis chicos de primer semestre o los de séptimo, de lo que hay que cuidar en nuestro ejercicio diario. Agradezco, por igual, los nuevos proyectos y las endorfinas de los cambios. También me entristece el espíritu decaído, y cómo me gustaría tener la suficiente energía para transmitir vida.

El tiempo hace sus estragos, y no, no soy la de dieciocho años. Qué bueno que no. Algunos o muchos de ustedes, sin querer, me han hecho lo que soy. No tengo idea de cuándo termine el viaje, dadas las circunstancias sé que tengo probabilidades de joder mi camino en cualquier instante y valoro la fe de los demás, de creer en mí.

Creo que a veces sobrevaloramos el concepto del amor, si es un viaje todo, hasta las relaciones más alocadas han resultado un vuelco a la vida. No, no han logrado hacerme piedra o sal, amo más que nunca incluso a quienes no están a mi lado. ¡Ah, cómo lo agradezco!

Así es la madrugada, te alborota. ¡Ah, mi focus está a esta hora! No esperen conocerme porque me tocan, mi cabeza es la rectora, a pesar de lo que ella piensa. Mi corazón o mis intestinos (cada vez creo que son más mis intestinos) son los que sienten. ¿Seguiré escribiendo después?, ni idea. Mi brazo derecho cada vez me duele más, se inutiliza. Pero si mi brazo derecho se inutiliza es simbólico. porque aquella caída que tuve fue por justamente caer en los deditos de la muerte esperada. Aquella dibujada por el semimortal diagnóstico que me ha hecho vivir todavía más.

Al rato despertaré. Iré a lo siguiente, tomaré aire. Esperaré las señales de los que no creen que estoy, porque no estoy. Pero adivinen... ¡Sí, sí estoy!

sábado, 29 de octubre de 2016

Adaptaciones

Ahora traigo esa energía de reconocerme escribiendo, debo adimitir que veo entradas en este blog tan claras que cómo me gustaría tener una súper memoria  para regocijarme en los casos repetidos y no repetirlos. Últimamente he hallado inspiraciones maravillosas, que al mismo tiempo, me aterrizan.

Esto se llama "Adaptaciones" porque estoy recogiendo algo de lo escrito en otros espacios para aclararme:

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Las motivaciones a veces se reducen. A pesar de tener muchas cosas por hacer, de dedicarme casi lo suficiente, hay esa energía que de pronto nace y se refuerza con otro ser, de otro momento, de otro contexto que eso es lo que yo llamo “milagro de la población finita”. Que alguien mire en otro algo de belleza y ese otro sea capaz de ver en el otro también similitudes asociadas, es impresionante, es digno de celebrarse. Todavía más si no hay algo tangible, porque lo tangible (muy a pesar del empirismo) a veces es engañoso. Lo trascendental es,  ya que el espíritu no se privatiza con alguna religión, y creo que mi espíritu  elige mucho mejor que mi cerebro. Creo en la belleza de los seres y el encanto construido con conocimiento y humildad. Me gusta escribir porque me entiendo y se abre un espacio para la certeza fuera del vértigo que a veces me hace desistir del sentido de humanidad.

Una vez tuve un novio de artes visuales, justo nos conocimos platicando en un blog de arte. Ésa ha sido una de las relaciones más largas y que me agarró muy verde en esta consciencia. La certeza que tuve al finalizar la relación (un fin no muy agradable, pero es bueno omitirlo) fue que una persona que se dedicaba al arte era un sujeto muy sensible justo a lo que se dedicaba: hallar belleza. Que en ese hallar de la belleza no podía ocupar un lugar central, monopólico, era como un bien colectivo. No llegué a desarrollar celos, no los ejecuto, prefiero mantenerme al margen de esas cosas, pero sabía que probablemente mi ser llegaría a sentir algo delicado en esos campos. Sí, yo prefiero que me conozcan por lo que escribo, porque no acostumbro escribir sino lo que siento, y entonces si alguien se enamora es de lo que siento. Eso es trascendental, eso me hace humana (con la bola de desperfectos que guardo).

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¿Saben lo bueno que resulta escribir? Lo que tecleo es una buena terapia, un hilo conductor del pensamiento, que tan bueno es como también es un verdugo. Desde los dieciocho años me he mantenido un tanto adormilada (cosas que ya saben los que saben), pero también me ha dado la calma para pensar más lentamente. Dentro del caos que resulta a veces nuestro propio espacio de vida, hay que darle chance al espíritu. Chance al agradecimiento, oportunidad a esa visión un tanto panorámica, astronómica, al polvo que representamos. 
 

sábado, 15 de octubre de 2016

Los recuerdos

Siempre ando persiguiendo los recuerdos. Hubo una edad donde éstos se me quedaban tan nítidamente que incluso son los que rescato muchas veces para entender que sí, hubo un tiempo de claridad.
Las imágenes son las pistas más adaptadas a mi estilo de vida, las fotografías, las letras. Mis relaciones amorosas terminan reduciéndose a imágenes que si no se me presentan, se van borrando de mi memoria temporal y es real. Luego miro y no reconozco muchos detalles y hasta trabajo cuesta creerme feliz en esos datos de fechas a las que se reduce la información. Las  palabras sí las recuerdo bien, más ciertas frases, y lo que más extraño de aquellas relaciones son las palabras.
Llega una edad donde una no puede permitirse exprimir, o no puede una permitirse sentir lo desagradable mucho tiempo porque, finalmente, te provoca amarrarte como las cochinillas cuando las tocan, o como las plantitas esas que apenas rozándolas, se cierran.
Realmente cada vez me da menos pena externar mis  pensamientos ante los demás, cada vez mi cinismo se encrudece y libero más rápidamente el dolor y la felicidad. Festejo una soledad apetecible en un espacio hecho cada vez más a mi manera. Sí, añoro compañía pero no es mi fin en la vida.
Creo que si he de optar por alguien más en un futuro, debo estar lo mejor posible porque deberemos estar enteros, sin tropezón previsto, con ganas, con fuerza. También creo que suele ser triste de vez en cuando y acepto que el compartir ahora es una prioridad, no hacia la perfección, si para la construcción (y eso, es más complejo).
Cada vez con menos tiempo, pero también a gusto con la carencia del ocio, me doy chance de escribir de vez en cuando.Es mi única manera de recordar que no recuerdo mucho, de saber que las fotos están ahí y que la resolución baja con el sol.
Que debo volver a pintar, a dibujar terminados los pendientes, que debo solicitar tiempo, despertar un poco tarde, no sentirme mal si como una u otra cosa, que todo tiene remedio si no fallas con los que te aman (porque aunque falles, están).
Hoy me conforta saber que cuento con las palabras regaladas en la tarde,  con el interés de las sabias mentes que de repente se verten en un teléfono, con saber que de alguna manera tan intangible, existo para otros seres que igualmente me valoran así... Sin tocar, sin escuchar la voz, de esa manera desinteresada que alimenta algo mucho más espiritual. Eso es lo que requiero ahora.
A veces me imagino sólo escuchando en la noche versos,o música, o lluvia. Unos ojos amables y pacíficos, con ganas de descanso, de paz.

He imaginado tanto eso que les cuento que es un recuerdo de lo que sueño, nítido ahora, y quisiera pensar que es el único recuerdo que no es recuerdo, si no premonición.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Dendritas





dendrita

Del gr. δενδρίτης dendrítēs.
1. f. Biol. Prolongación ramificada de una célula nerviosa, mediante la que ésta recibe estímulos externos.

Cerebro y corazón.

Hace ya un buen rato entendí el concepto de dicotomía, quizá Saussure contribuyó en aquellos tiempos donde era adicta a la semiótica. Quizá las dos partes, complementarias, no se me revelaban tan terribles.

Hay recuerdos que tengo tan claros, y parece que ellos vienen de aquella época donde mi sistema nervioso era bueno. De los últimos diez años recuerdo poco, pierdo los motivos de las cosas, olvido relativamente rápido. Pero el corazón tiene otro tipo de memoria, que es mordaz, terrible.

Pareciera que hubiera otras dendritas, unas mucho más especializadas. ¿Por qué no he de recordar más cosas?, ¡oh Darwin, quizá tengas más razón de la que creías! ¿Pero qué hay de las células cardiacas?

Retomo el piso, que mucha falta hace. Solía soñar -eso lo tengo presente- a personas que flotaban y yo, consciente en el sueño, les añadía grilletes. Odiaba que mis personajes se fueran volando. Ahora creo que es posible que ese flotar lo abrace: el vértigo que ya no sé si provoca mi medicación o mi cerebro, ya hasta lo quiero. Ya sé cómo controlarlo (y si no, que hablen los alumnos que han visto mis locuras en el aula blanca, blanca, blanca).

A veces inunda una tristeza, porque no recordar me hace débil ante la "cita de autor", debo releer cada periodo, y aunque sé las cosas, no recuerdo hasta que veo las letras de quién es el autor de las frases o los postulados. Nunca podría ser una gran presentadora, pero me gana la pasión al estudiar los casos. Son esas pasiones que practico en clase, las que de alguna manera planto en una relación. Esa es otra historia, como decía aquella vieja campaña.

Ahora sólo vivo. Las cosas han cambiado mucho y poco. Leía lo escrito en mayo, pienso parecido. Las circunstancias cambian, eso sí. He hallado amigos hermosos, con almas impresionantes, seres llenos de puritita luz. He hallado personas increíbles, de las cuales quisiera empaparme todos los días, al menos los percibo más rápidamente. 

No, no es que una deje de apostar. Ya no estoy en edad para eso. Apuesto. Simplemente que mis dendritas del corazón están agotadas, las múltiples calorías no sirven para esas células. Mañana iré a hacer ejercicio físico y de alguna manera es la mejor terapia para el corazón. Ahí se fusionan.

Voluntad, sólo se requiere voluntad. ¿Qué podemos tener sino las ganas de seguir?

El corazón sabe lo que siente, está triste. El cerebro entiende por qué lo está, y sabe que está bien que esté triste, porque sólo es cosa de comer chocolates.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Memoria

Es esto de la ansiedad. Quizá la carrera del corazón, que a pesar de conocer su debilidad, o sabiéndose proclive al infarto, se lanza con todo en los juegos más terribles y bellos. Conforme más sé, más veo, más siento, más testigo soy de la vida y a pesar de ello no he obtenido la habilidad de atinar con esta falsísima intuición.
A estas alturas de la vida, la desesperanza en mil situaciones es compañera de viaje, lo único que se mantiene es un lucecilla para conocer más.
La lluvia viene de arrriba,
A veces la lluvia viene de dentro.
Una exhala lo posible, se pone tiempos, se buscan récords de superación de momentos algo desagradables. Se pone límites en los sueños... Como alarmas de realidad (alarmas que no funcionan, baja la batería, no se reconoce el cable).
Una semana es el mundo, un café, una taza. Recuerdo eso de no esperar demasiado y al mismo tiempo viene a la mente eso de soñar. ¿Qué incongruencia más grande hay!
Nos vamos a morir.
Llego a casa, miro series tipo "Cosmos" y sé que esto que escribo es un milímetro de nada. Eso ayuda a superar prácticamente todo. Me corto, elimino mi lengua, dejo ocultas estas manos que escriben. Ya he cometido demasiados errores por un pecado simple: creer.
No quiero escuchar más, porque nadie apuesta en ls juegos. Yo he perdido mucho y ya no quiero jugar. No saldré más. A pesar de la presunción que me brinda la practicidad en este camino incierto, sigo sintiendo demasiado. No me agrada.
Sé que mañana daré clases de forma normal, lo único que queda es la tinta lista para el tatuaje que ya llevo sin llevarlo.
Búsqueda de pérdida, de dolor.
Hallazgos de noches largas con finales tempranos.
Recorto papel china, ése bien delgado, que dura nada.
Pierdo otro poco de esperanza, es normal. ¿Conocen los búlgaros?, ¿esos que se reproducen si los alimentas?, bueno.., parece ser que carezco de esa maravilla transportada a la confianza en lo que pensaba. Pierdo los gajes infantiles, se vuelven pesadillas.
No entiendo.
Este no entendimiento es una gran soga, es suave, ligera. Ahí la veo, porque mi capacidad es tan corta.
No gastes demasiado. No gastes.
Quiero paz, quiero movimiento. Quiero ser y perder el ser. Quiero apuesta en el cruel juego. Crear.
A veces me choco tanto de creer. Es como ser estúpida consciente. Es la vela que esperaría una dirección, pero no se da. Y saben, no importa, siempre habrá cosas qué hacer. Y no me saquen de esto, que hasta lo disfruto.

Esta cosa me recuerda que sigo viva.

Vete a dormir, mañana debes continuar con el ejercicio que al menos, debo decirlo, te confirma que eres digna de resolver tu cuerpo. Que el pie ése que te molestó esta madrugada, que parecía muerto, nada, que sigue vivo. Siente el peso, disfrútalo.

lunes, 2 de mayo de 2016

Retomando el hilo



Retomo la escritura, y hay un montón de cosas que quisiera comunicar. Darle orden a las ideas es materia de trabajo forzoso, me dedico a interpretar para mis alumnos. Pareciera simple mi tarea, pero debo leer y releer lo suficiente para desglosar lo necesario. Gracias a este ejercicio mi cerebro está activo.

Mi cerebro activo, a pesar de las medicaciones para desactivarlo. Dieciséis años con ansiolíticos me hacen suponer las ideas perdidas y siento esos abortos de palabras en momentos de consciencia. Pido a mis chicos que anoten lo que digo, porque a los segundos, lo pierdo. Es parte de una tristeza que no para, y que elimina cierta esperanza de citar autores, porque el olvido es mi compañero.
Me he quedado con imágenes maravillosas, y reconozco a quienes trato por las letras en sus nombres (“espera, tú… Tú tienes dos ‘a’ y una ‘z’ en tu nombre, ¿cuál es?”), cosa que no me provoca orgullo, si no debilidad.

Acaba de pasar un año más de registro en mi vida oficial, y apenas venía caminando y pensé algo (evidentemente no lo recuerdo), pero supe que sentía como lo hacía a los doce años. Mi cuerpo avanza, siento casi lo mismo. Sigo cometiendo errores tan maravillosos como creer en el amor, o quizá no sea error, no quiero pecar de negativa. Me libero de ciertos demonios, de anclajes, de ese sentirme en un especial abandono. 

Esta semana escucho poemas, y son formidables, y no hay uno que no sienta o –incluso- que llegue a hacerme demasiado frágil. Las relaciones son ahora diferentes. Termino una jornada perfumada de fatiga, no tengo mucho tiempo, pero escucho. No tengo mucho tiempo, pero disfruto. Me preocupan las bacterias y sus fatales destinos, me ocupan mis amigos que ansío ver, abrazar. Creo que este pequeño espacio a veces es muy grande para vivir.

Creo que me he vuelto una radical del tiempo, o me activo o me reposo. El cuerpo requiere recuperación y locura. Vivo enamorada, y cada vez, conforme pasa el tiempo, menos personas me gustan y más me gustan esas menos... Menos me veo en mi lado maternal y descubro más que es quizá una función que no desempeñe, y entiendo.

Sigo amando los ojos brillantes de los niños y de los hombres que miran como niños.