domingo, 25 de octubre de 2015

Lo no permitido

Esta vieja terapia de rememorar pasajes, casi de manera mensual, me salpica de tantas cosas que parece una tostada con queso rallado salido directo de dicho artefacto, pasado como dron en el último paso de elaboración. Ya se me antojó, de hecho, una tostada con pollo. Bueno, a lo que voy primero.

Miro lo que tengo alrededor, y pareciera que el verbo que utilizo hablara de mi superficialidad. No creo en horóscopos, aunque ha habido más de una vez que he leído perfiles (mas no previsiones) sobre "mi signo": tauro. Hablan por ahí de estabilidad, de practicidad, terquedad y creatividad. Pensaba que al menos las primeras cualidades me ayudarían, mas he notado que decantan en un sólo verbo: creer. Y se trata de creer en la humanidad, en el otro, en la palabra del otro, en la honestidad.

Creer, de entrada, en la humanidad tiene una terrible consecuencia: la decepción cotidiana. Leer noticias, enterarte de la muerte, que te rompan el corazón. Lo que aún no entiendo es la valentía mal entendida, esa cosa que es atreverse a violentar la homeostasis de un ser humano bajo la consigna de buena voluntad. Esto lo veo en aulas, lo veo en las relaciones, en las negociaciones, como si el espíritu tendiera a una especie de corrupción que acepta esa misma naturaleza, no importa el discurso de venta. Es triste.

Por fortuna, cuento (aparte de mi familia), con amigos maravillosos, los de verdad. Con ojos y oídos, con consejo y tiempo (aunque siempre carecemos de él, nos hemos vuelto sustentables). No pierdo un grado de fe, no dejo de querer, mas me sigue pudiendo el hecho de observar los mismos episodios. ¿En verdad se puede soportar este gasto de energía en los proyectos, con la naturaleza que sea?, ¿en verdad se puede entender la mala vibra de otros, que hasta en ramificaciones familiares pudiesen existir?, ¿se puede comprender la falta de honestidad humana, la metamorfosis hacia el verdugo, para quedarse en ese rol?, ¿la del estudiante soberbio o la del conocido quejumbroso y que con tal condición guía una amarga vida para jactarse de un traje de realidad?

He decidido rodearme de personas que tiendan a la justicia, de quienes comprendan el compromiso de depositar en ellos la confianza, una fe inaudita y tesoro irrefutable. Decidí empezar proyectos, cuidarme y desechar a quienes no merecen ni siquiera mi tiempo. No brindar una sola letra a la duda personificada, a quienes no tengan la mínima gana de construir algo positivo. Vivir al ritmo, y dejar descanso, porque la vida se queda en las fotos que luego no reconocemos (pensamiento para otro momento).

Me decía una amiga, cuando hablábamos de cuestiones de pareja, que al fin y al cabo qué deseaba. Parece que no he cambiado en mi lista de deseo sin numeración. Siempre pensaba que caminar al paralelo implicaba un trazo, un proyecto, oxígeno, tiempo, voluntad, esfuerzo, ¿mucho?, también opinaba que no deseaba a nadie que no fuera, como decimos acá: acomedido. No soportaba los machismos disfrazados y una que otra cosa del estilo. Todo se resume en respeto por el otro ser humano (aquí es donde cierro la primera idea, ya saben, se me va mucho la onda).

Estoy trabajando para no tolerar lo intolerable, las groserías no deben repetirse aunque sean mínimas, porque no se pueden seguir formando generaciones así (¿y quién es uno para decir qué es una grosería?, cuando existe ese dolo, la falta de ese respeto, mismo que todos merecemos). No quería pensar que algunas de mis acciones pudieran calificarse como malvadas, ¿pero saben?, ya eso no me interesa si está justificado. Y siempre lo hago entender a quienes se sienten afectados.

Quiero, y también no estoy dispuesta a perder mi tranquilidad. Distribuyo (practicidad), aterrizo, me cuido, me rodeo de espíritus maravillosos y admiro la valentía de quienes viven, aprendo y caigo en errores. Aún en los últimos fracasos, algo aprendo: me apena la indecisión a ciertas edades y la falta de condimentos a la vida, siendo la muerte la del sabor más presente, más deslumbrante, ¿qué más da atreverse a las nuevas cosas (claro, si algo bueno deja)?

Algo cansada, me voy a dormir, otro Sol mañana. Otras fuerzas.



viernes, 4 de septiembre de 2015

Cosillas del corazón



Estaba recordando los marcos epistemológicos: en clase traté de ejemplificarlos con el concepto del Amor. Descubrí lo práctico del positivismo, y también lo práctico de la teoría crítica. Descubrí que mi combinación es angustiante.

En otra ocasión alcancé a platicarles de mis extrañas relaciones y de la esperanza en algún tipo de amor maduro. Quizá la madurez implique aventarse (caer), pero con la inteligencia de que vale la pena. Así lo he hecho y así me he desbarrancado.

No tiene mucho de lo último y no soy de la postura optimista: creo que me ha costado más de lo pensado. Me ha costado no por la relación en sí (el ente), si no por mi concepción de una relación. A cierta edad, queridos míos, una piensa en “construcción”.; una piensa en procesos trabajados, en proyectos que con comunicación, se vayan depurando. Una tiene fe en el mensaje que, claramente, evitaría conflictos. No, eso ya no es suficiente. 

He aprendido a agradecer el tiempo invertido, incluso de los grupos más reacios en clase. He puesto a parir el espíritu con las noticias, he puesto a prueba la voluntad de la negociación, la decepción, el olvido. Lo que sí no soporto es el engaño, el simulacro, la falta de base. Lo que al fin de cuentas desvirtúa el tiempo..¡Oh tiempo, lo único que de pronto tengo!

Me congelo ante la postura de hielo, la mirada ciega, la palabra de piedra. Me congelo ante lo que significa, al final, una sutil mentira. ¿Por qué ha de atreverse cualquier ente a jugar con la voluntad, con el arrojo? Por Dios, es lo único con lo que contaba.

Hay de todo aquí, hay catástrofes que bien valdría la pena mencionar (el mundo se llena de tal cantidad de horrores que mis dolores son estupideces), pero todo ello nace de un grado de deshonestidad. Si al menos al apostar supiéramos por qué apostamos. Parece que no se sabrá, los humanos nos consideramos cambiantes a nuestra conveniencia.

Lo que sí sé, es que no se debe jugar. No somos piezas por mover, todo se desmorona al conocer la falta de argumento vital. Y por amor propio hay que superarlo. Y por amor a lo que creemos, esperar aún. Descansar, despertar y ver qué aguarda el día (fortuna de hoy). 

Con toda la franqueza del alma, no sé hasta dónde apueste en el futuro. He ganado el temor de mi energía. No tengo los brazos cerrados, pero estoy envarada de los músculos. Estoy envarada de los músculos cardiacos.

Una idea del grado. 

martes, 4 de agosto de 2015

Descubriendo esa parte del odio



No tengo mucha idea de a dónde puedan llegar mis palabras. De hecho, frecuentemente me faltan palabras. Mis fugaces felicidades tienen algunas ya tatuadas, pero el coraje y el terror debieran ser tan extensas como grandes las injusticias.
Nacemos, creemos al menos en nosotros. Nos alimentamos de mil cosas, superficiales o profundas. Nos destrozan el alma cuando aterrizamos. ¿Por qué duele tanto lo que pasa? Porque amamos. Porque amamos a quienes confirman que estamos vivos: nuestra familia, nuestros alumnos, nuestros colegas, conocidos, amistades. El dolor tiene mayor capacidad de arrastre. La muerte que aceptamos (a veces a tirabuzón), pero no el que nos estén jodiendo lo único que tenemos: la vida.
¿Qué se han creído esos entes ignorantes, enfermos de ambición, enfermos desde sus asquerosos pies hasta metros alrededor de su cuerpo abultado? ¿Quiénes se han creído para retroceder el tiempo a las épocas donde ni siquiera teníamos derechos por nuestro color de piel, por nuestro género? ¿Acaso el hecho de haber llegado a este mundo no nos posibilita ser buenas personas y desarrollarnos en lo que amamos? ¿Quiénes son esos que con la voluntad comprada con láminas y despensas llegan y se creen dioses? Mis dioses son otros, y no pertenecen a ninguna religión, porque creo en el espíritu humano, capaz de las cosas más maravillosas en pro de la humanidad.
Ahora, ese Estado está en contra de nosotros. Ese estado compuesto por humanos que igual nacieron y quizá, sólo quizá, tuvieron otros sueños. ¿Qué pasó con ese instinto de fraternidad, de igualdad?
Mientras, allá los programas estúpidos que te mantienen igual. Las burbujas del antro, de la novela, de la moda, de la soberbia adolescente. A divertirse, que hay una vida, pero momento.., te la quitan cuando se les pega la gana y te tacharán de que lo merecías.
Suelo matizar, porque en mi esfera profesional hay que trabajar con la prudencia, pero no en esta escala. Aquí no vale eso. Aquí se reproducen las mismas ideologías, de los padres corruptos a los hijos que ya piensan igual y que ya tienen un cargo para joder al otro porque así lo han vivido, porque eso les asegura sus viajes y sus posesiones, ¿quién se atreve a cambiar, desde esas esferas, su zona de confort sobre una colchón empapado de sangre? ¿Cómo duermen? Ah, claro, que no son conscientes. Y no lo serán.
¿En qué momento la falta de la consciencia viene en el ADN? ¿Qué el dolor no es algo que podemos experimentar todos? No, la tortura, el asesinato, la vejación pertenece a la clase que trabaja. A la que no se duerme en las decisiones para su pueblo. ¿Qué saben del pueblo, esos otros?
¿Qué hay que hacer? Revolucionar, cortar, destruir. No hay base que se salve, quizá. Aquí se me acaba el optimismo, porque eso pertenece a la condición  humana, y cada que pasa algo se llena mi sangre de odio, y no suelo odiar.
Mírenlos, con su traje, con sus cuellos, con sus estúpidas sonrisas (que en el fondo dicen “imbéciles ustedes”).
Las actividades diarias distraen, los medios comprados distraen, los deberes… Pero el mundo, el mundo te rebasa, te golpea, nos trae en una madriza constante. Esos, te torturan con su simple presencia, que ojalá sólo se limitara a eso, pero sabemos que no.
Sólo aplastar. Sólo aplastar.

lunes, 27 de julio de 2015

Tiempos y no más, qué chafa título.

Siempre es tiempo, y el tiempo está hasta que no nos percatamos de él (¡porque ya nos morimos!).

Hace rato, que estaba haciendo ejercicio con esta calina que desgarra la voluntad (¡calor al por mayor!), pensaba en el agotamiento. Literalmente chorreaba de sudor, mis piernas me dolían un poco, de ese dolor placentero de sentirse viva.

Ayer platicaba con sobre la meditación activa, y esas formas donde no es necesario estar inmóvil para metabolizar la vida. Me percaté que cuando hacía ejercicio me pasaba algo similar: en la primera tanda de cardio me la pasaba pensando, a veces, debo sincerarme, cuando había un hecho triste, hasta lagrimillas me salían de la impotencia (en general es por injusticias así percibidas, en un sentido total, por el desvanecimiento de la vida de mis familiares). Después, área de pesas, donde lo que das es fuerza y  un "sí puedo" tan formidable que el espíritu así lo entendía. Finalizaba corriendo, con el cuerpo ya descargado. Llegar a casa de mi madre y robarle un vaso con leche (nada mejor que proteína para después de una cita-reto corporal). ¡Cumplía con las etapas, sin una filosofía teórica así dispuesta!

Ahora, de pronto, una piensa en el tiempo. Hay tantas cosas que no recuerdo, y es que la memoria no es necesaria cuando ésta, de otra forma, va siendo una estructura de vida. Nada pasa porque sí, una va aprendiendo, aprehendiendo.

Los campos semánticos se unen en algo que es uno mismo. La familia, la escuela, el trabajo, el amor. Todo tiene un tiempo, y no es una meta al azar,  es ser consciente de lo que te va formando.

No tengo idea de cuánto me quede por mirar, por saborear, por vomitar de la vida. Lo que sé es que estoy aquí, en un departamento algo caótico, pero que se dibuja como mi espacio. Que llego y me dan la bienvenida las flores del pasillo, las sábilas que se vuelven selva, el altar que me protege. Los colores que me gustan, los proyectos de casa que haré. Disfruto las distancias en el auto con la música que me gusta y que me ayuda a no sufrir el tráfico siempre que haya administrado mis salidas.

Y bueno, pensar en mis seres que amo (añadidos dos hermosos que me regalaron una nueva familia). La sonrisa, la paz que ajusta a mi alma loca, el disfrute de la espera, los planes que van saliendo y que llenan espacios que no tenía la menor idea de tener.

No soy la mujer más optimista del mundo, sufro mis depresiones (le echo la culpa al Tafil, aunque en el fondo sé que ya no me afecta lo necesario), pero contabilizo cuánto deben afectar. El punto de vista práctico no debe faltar, porque una no debiera ser maniqueista, una tiene dos hemisferios ¡a utilizarlos! Matizar.

Creo firmemente en la observación, y sé que es un paso del método científico, pero también un caso irrefutable de percepción. Nada está peleado, áreas de oportunidad en los errores.

Me hallo contenta, completa incompleta, como debe ser. Hay que hacer tanto, y no por competencia capitalista, si no por competencia de saber cuánto somos capaces de hacer.

Hay algo en mí que no me permite mas que la sorpresa. Que nada está completo, que estoy visualizado nuevos grupos, nuevas cabezas por las cuales extenderse, por las aristas de esta vida que nacen. 




viernes, 12 de junio de 2015

Celebración al cerebro

Han de disculpar mi título, pero hay algo que el cerebro y yo tenemos pendiente: más de una vez he dicho que entablar una plática sobre el cerebro, usando el cerebro, es una cosa de metalenguaje que me produce un ruido, pues no me gusta cómo es anatómicamente el cerebro. Trataré de explicarme, pues tiene que ver sólo con cuestiones de nervios.

Hay gente a la que le gustan los tacos de seso, y paso por el área de congelados y veo cerebros esperando ser preparados. Es que esa cuestión de que parece un conjunto de serpientes entrelazadas, me provoca ganas de machacarlos.

(Estoy pensando que uno se machaca el cerebro frecuentemente al pensar. Casi puedo verme ahora exprimiéndolo, y sí, la imagen literal me da náuseas).

La cosa es que su forma me da nervios (también los panales me dan nervios, los elementos repetitivos de formas ovales muy pegaditas entre sí, masas de semillas de chía cómplices--> me gusta masticar la chía, creo que rompo mi ansiedad).

Muy a pesar de ello, le tengo un enorme respeto a este órgano (¿escucháis, cerebro mío?). Cuánto tiempo ha llevado tener el cerebro del tamaño que es ahora, lo cual debería significar que ha evolucionado, aclaro, literalmente (por desgracia no siempre se refleja). Me produce fascinación la electricidad, las sinapsis, las dendritas, las áreas iluminadas, las conexiones hechas y perdidas, el músculo que trabaja.

Me gusta saber que funciona esta área, como cuando alguien te cuestiona las cosas, o como cuando a algunos seres se les da esto de crear, imaginar, fantasear. Hacia la noche, sigue emergiendo la idea casi infinita de transformar. ¡Ah, los sueños!

Quizá venga de un espíritu puramente estructuralista el tratar de indagar los procesos, de hallar en lo digerido, las especias (como cuando las mamás prueban una salsa y se activa la descomposición de las variables compositivas), de imaginar qué imaginaban otros humanos cuando han decidido ejecutar conceptos. El arte de la denominación del mundo, de la ofrenda del cuento, de la solución maquinaria, de la elección de colores conectados a estados de ánimo.

¿Qué pensará el cerebro inactivo? De hecho, no sé si piense en que no está activo, quizá se sienta adormilado, alienado de tanto ruido. Todos tenemos esos momentos, porque finalmente, la locura llegaría ante millones de estímulos a la vez. Sí, merece descanso, pero no tanto, de favor.

("¿Y si hago esto, o mejor esto, o no.., mejor aquello?").

Y los átomos, las células, los grupos, las acciones, los catalizadores, las ideas (grandes o pequeñas, dependerá de muchas cosas), lo terrible, lo sublime. Todo junto en esas tripas entrelazadas. Al final de cuentas, amo a esa maravilla, y puede que sea un amor de esos "buenos", donde el contenido es más que la forma. Es como entrar en un nuevo salón y empezar a descubrir sus trabajos cotidianos. El cómo ejemplifican las cabezas, cómo aterriza lo flotante de los ojos perdidos de algunos entes.

Siento que se me olvidan otras cosas que les iba a decir porque mi córtex es deficiente (avalado ante notario público), pero también este juego del olvido tiene la ventaja de sorprenderme con los mismos chistes, de producir la química necesaria para sonreír.

Va mi brindis por el olvido, por la constante sorpresa, por la frecuencia de lo fascinante, por el eterno enamoramiento hacia lo creado.

sábado, 30 de mayo de 2015

Perdurar

Basta con abrir la puerta. A veces sólo necesito una manzana en proceso de descomposición, o la jarra malpuesta del agua. Lo oscuro y lo sin oxígeno. Soy tan poco exigente con la tristeza.

Es como una alergia. Huele, se siente y se exhala al regresar al que se supondría sería un reposo. Y es que los reposos varían tanto. El reposo del trabajo (que siendo sincera, resulta efímero), el reposo del amor (que siendo sincera, puedo acostumbrarme ya del todo, del de pareja, claro). El reposo de la muerte. El sentido que viene después de la muerte, el de globos llenos de agua caminantes, de rabia por la vida, ése es complejo de evitarlo. Una piensa que pasa, pero no. Eso rompe la panza. Otra cosa:

"Las calles de la panza se rompen cuando una abre la puerta".

El recuerdo, la ausencia de todo, el caos de la presencia de todo. La esperanza que camina lenta, más que la pobre trillada y hermosa tortuga.

Ahora recuerdo por qué no había escrito. Las palabras hacen recuperar la vieja y marchita memoria. Más de quienes se van. De los que te querían y deseaban cosas maravillosas para uno, siendo una tan simple. Y ahí anda una con la esperanza del color luminoso, de los ojos brillantes de los niños, de la sonrisa de los buenos hombres.

"Cuántas cosas quedaron prendidas hasta dentro del fondo de mi alma"... Ojalá que nos vaya bonito.

La caducidad es mi esperanza.


viernes, 20 de febrero de 2015

Viernes de dormir



El cansancio es así, no te deja, te sigue cada metro. La semana ha sido un poco cruel con el cuerpo, viene un peso no reconocido y es cuando una sabe que requiere ayuda extra. Ahí es cuando entra el juego de la imaginación, y es por eso que hablaba de ciertos entes que pueden brindar inspiración invisible (musas, musos, todo ello).

Sobre lo tangible, he de decir que solía ser necesidad básica, pero no en el orden Maslowniano. Corre el reloj y la energía es finita. Las prioridades cambian, a veces el diálogo con tiempo se vuelve una especie de trofeo. ¿Y qué si no hay voluntad?, hacer a un lado a cualquier ente, que en la lógica que subyace, pierde la calidad de muso.

Agotada orgánicamente, volátil mental. Las clases ayudan a brincar los estados físicos. Hoy en una clase, hablando de sociedad y opinión, cuando miro los ojos de los chicos para aterrizar la importancia de la convivencia y de los canales claros, me dan ganas de desprender más emociones hasta cerrar la garganta. ¡Si aterrizáramos un poco, cuánto no evitaríamos de desgaste!

Creo en la pérdida de energía cuando se debe al trabajo continuo, no creo en que la absorba quien no debe. ¿Quién no la debe?, es tan simple: la ceguera ante el tiempo invertido en beneficio común. Ahora, eso sólo depende de nuestra visión, y nuestro conocimiento también es limitado. Puesto que no sé si lo que sé sea lo mejor, hay beneficio de duda, y hay una espera que no debe concentrarse en la reacción del otro. Mientras, hacer tareas, pendientes, ejercicio, preparaciones para quienes sí esperan o que simplemente disfrutan estas extrañas existencias. 

Lo que sé es que en los pequeños momentos de relajación, me dormí ¿cinco, diez, quince minutos?, no lo tengo claro, pero desperté brincando para salir a clases y aguantar un breve frío antes de entrar a aulas. La gente se sigue moviendo, cada cabeza en sus problemas, en sus dolores. Caminando y cruzándose con otros que todavía sonríen, presentando exámanes, esperando resultados. Todo el mundo activo, ¿qué puede representar un mínimo cansancio como el mío?: nada.

La idea del amor ayuda a reírse de uno mismo, el amor es funcional, siempre debe ayudar. No hablo precisamente de amor de pareja, que de alguna manera ha perdido posicionamiento en esta vida, hablo del medio para salir a trabajar con el sol en días muy fríos. 

Lo que no soporto es la desesperanza, ¿habría cabida para la desesperanza si simplemente no está uno a la expectativa? La expectativa sí tiene espacio en la certeza, así que decidiendo trabajar con la certeza, aterrizo un rato esta noche. 

“Lo que funcione” no siempre es aquello que creo debe funcionar, no hay imperativo cuando se trabaja con humanos, es mejor por el momento, contemplar.

lunes, 2 de febrero de 2015

Suena a queja, y quizá lo sea, título largo para esta entrada.



Hay varias palabras que van encadenadas. No son declinaciones, no. Hay palabras que cuestan escribirlas. Descubrí que una que costaba en mi cabeza era: decisión, y no por circunstancias demasiado rebuscadas, se debía a la posición entre la “c” y la “s”. En los cursos de ortografía era palabra que de ley, venía.

Decisión, certeza, claridad. Si algo he aprendido de comunicación es ese claro esquema, que desde siglos se conocía y al cual se le han añadido múltiples variantes de acuerdo a lo que la tecnología ha puesto en nuestras manos. Era obvio que ser clara implicaba tener certeza, es decir, una decisión, una intencionalidad, dijera un estructuralista.

Se supone que ser claro debería facilitar la vida, pues nada, de hace ya un tiempo para acá el ser clara ha decantado en ser imprudente, en ser tajante. Creo en los grises y no me voy  a los extremos (ni para decir que soy cuadrada, aunque no dudo que tengo ciertos puntos que matan, por ejemplo, la impuntualidad). Tampoco creo en quienes se califican como "locos", "diferentes", "anormales", necesidad de sentirse diferentes en clubes de locos, diferentes y anormales..¡Por favor!

Si me declarara con algún tipo de religión, sería una especie de creyente en el mensaje claro. Podría tener un esquema encima de la cabecera y dedicarle mi día. 

Hace un tiempo escribí sobre mis conflictos con las malas interpretaciones. Pareciera que intentar dibujar con estilógrafo las ideas fuera pecado, pues se cree que no es verdad. O bien, los sujetos son de esos que les gusta andar por las ramas (cosa que por evolución sonaría absurdo). 

Lo que pido, al final del día, es “evitadme perder el tiempo”, porque aunque tengo a veces de sobra (no por ocio, si no por administración), perder el tiempo implica esfuerzo, energía, cosa que ya no quiero gastar. Hay que invertir ¿no?, y si quiero tener ocio, repondría mi cuerpo de las friegas de la semana, así que tampoco sería gasto.

Hablar, escribir, responder. Hallar nuevas cosas, mentes interesantes, eso es invertir. Y si bien no son compatibles, eso es invertir. Últimamente con mis amigas hemos resuelto que si bien de pronto no se sabe lo que una quiere, sí se sabe lo que una no quiere. Puedo ser paciente, esperar a que se den eventos que sé valdrán la pena, pero no, de favor, me hagáis perder el tiempo.

Y esto no es una queja, es una especie de credo. Lo que pasa, quizá, es que ahora la expectativa está canija: se espera que sepamos lo que al menos no queremos. Entre tanta ventaja tecnológica existe el riesgo de ser infinitamente dispersos (soy premio de dispersión, pero si vuelo, hago que me regresen para aterrizar en un punto). ¿Acaso ya no se puede esperar una idea clara? “Dejar fluir”, ¡por favor!, quítense de eso, que todo fluye sobre el camino que desean. Siempre hay una voluntad intrínseca, una acción. Si no se sabe al menos una dirección, ¿cómo quieren fluir?

Fluyo con lo que visualizo, y si visualizo es por que sé por dónde quisiera ir. Decisión, no desición, decisión.

Ya, parece que es queja ¿no?

domingo, 25 de enero de 2015

Las vísceras



Mi madre me contaba, después de preguntarle cuáles habían sido los peores momentos cuando estaba en la sala de urgencias, que lo más feo era ver estallamiento de vísceras. Me describía nuestras tripas saliéndose, imposible contener las hemorragias, nudos de cosa viva, culebras que exigían espacio en la sala de operaciones.

Hace muy poco (desgraciadamente) sentí un dolor en el estómago, una presión que estallaba en los ojos, al saber de la muerte en la familia. Lo único que hacían mis manos era apretar el estómago, porque la llave de la regadera parecía controlarse desde esas mismas tripas.

Las mariposas en la panza, el placer de la comida en la panza. Cúmulo de todo lo que se siente, incluido el estreñimiento y lo contrario, los cólicos que te revuelcan. Los cólicos otra vez, la consecuencia de que algo no está bien. Las mariposas, de nuevo, que te dicen que algo puede estar bien. Y es que ambos síntomas desembocan en la garganta: amor y odio.

Siempre que me he enojado (superficialmente) es porque no tengo comida, y puedo hacer un berrinche iracundo por carecer de eso que espero en la mesa, al tiempo justo. Los olvidos de los meseros, lo agrio de unos frijoles, lo salado de un pescado. 

¿Y la impotencia?, esa llega a la garganta y no se desquita con nada, ella sale por los ojos. La muerte también sale por los ojos. 

¿La bipolaridad es una enfermedad?, ¿quién no sería polipolar ante tanto desvarío? 

Los tacos de tripa, qué respeto les guardo. Vísceras, gente visceral le dice a quienes se dejan llevar por el impulso que actúen,  y hieren, desgarran. Gente que con vísceras ordena muertes reales y espirituales, gente que no se detiene a pensar (cualidad que se supone deberíamos tener). Frío para calmar la mente, que los intestinos son capaces de recibir órdenes todavía.


Mariposas en la panza.

Estallamiento de vísceras.

Impulso a lo injusto.

Muerte y vida.

Vida.